Desde que la becó el gobierno alemán, con 19 años, coge varios vuelos al mes para cantar y seguir formándose
23 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Laura Alonso Padín vive entre escenarios y aviones, es difícil saber donde pasa más tiempo. Los últimos meses no pudieron ser más ajetreados. Seis semanas en Chengdú, en la provincia China de Sichuan, para subir a los escenarios con la ópera Carmen de Bizet, y dos en Panamá, dándole voz a Suor Angelica, de Giacomo Puccini. Tan atareados como apasionantes, ventaja de pelear por lo que a uno le gusta realmente. «Todos los meses cojo varios aviones. Me gusta y sé que es algo que tiene que ver con mi profesión», explica. Unos vuelos que ameniza con el abanico de partituras que se lleva para estudiar. Para entenderse no tiene problemas. A pesar de que afirma que con el inglés pudo desenvolverse por los muchos rincones que ha visitado, domina también alemán, francés e italiano. Una lista a la que suma sus dos lenguas maternas (gallego y castellano) y un poco de chino.
«El inglés es el idioma que nunca se acaba. El alemán, en cambio, es muy práctico», asegura. Fue la materia que escogió en sus estudios en el IES Rosalía de Castro de Santiago pero, cuando aterrizó en Alemania por primera vez, lo perfeccionó apuntándose a un intensivo de entre ocho y diez horas diarias. Tenía 19 años y recibió una beca del gobierno alemán que le abrió las puertas de una profesión muy difícil de desarrollar en España. «En Alemania hay 90 teatros de ópera y aquí, en funcionamiento, deben ser unos tres o cuatro», señala. «Para mucha gente es, inevitable, irse fuera a hacer carrera. Los músicos le sumamos a esto el enriquecimiento y las vivencias que se generan al permanecer en otros lugares», señala.
Al describir el panorama que se encontró, es inevitable encontrar las diferencias. «Los mejores estudiantes, por ejemplo, son recompensados con actuaciones con la mejor orquesta o en la mejor sala de la ciudad. Algo muy habitual, por ejemplo, en Viena», explica. Un premio que no tiene otra pretensión que fomentar la cultura. «Es un bien común que puede aportar mucho. Puede sonar un poco cursi pero yo veo la cultura como un alimento para el alma muy importante en momentos de crisis económica como el actual», señala. Una inversión que no pasa solo por lo económico, «se trata de prestar atención, de cuidar a los artistas propios», señala.
Con veintipocos años decidió apuntarse a concursos de todo el mundo para «aprender de los demás» y «soltarse». Un paso previo a la presentación en audiciones del que está sacando provecho en la actualidad al proporcionarle una facilidad especial para acoplarse en las distintas orquestas. Tal y como relata, se ha reducido mucho el número de ensayos con el objetivo de ahorrar, cambiando los ritmos de trabajo. «Lo que gusta, como en todo, son artistas que se adapten bien a las distintas circunstancias», explica. Algo que, en Alemania, es fundamental debido a los trabajos de sustitución que implican amoldarse a la velocidad del rayo a la función. «Hay ópera todas la noches. Algo que hizo que se crearan agencias que se dedican a buscar alternativas por si a alguno de los integrantes les pasa algo», cuenta. Un trabajo de sustitución al que no quiere dedicarse todo el mundo y al que ella brindó gran parte de sus actuaciones. «Hubo una ocasión en la que tuve que ponerme una peluca para una cabeza mucho más pequeña que la mía y un vestuario también más estrecho», cuenta sobre las prisas que se generan en estas sustituciones que, en ocasiones, requieren de la partitura sobre el escenario.
Esto no afectada al público. «Los alemanes son muy amables», señala. Le resulta difícil escoger delante de quien prefiere cantar. «En Estados Unidos te ovacionan como si fueses Pavarotti y los españoles son muy agradecidos», señala. Estos últimos serán a los que dedique su próxima función, prevista para Zamora el próximo día 30. «Me voy ya a Madrid, donde tengo cuatro días de ensayo», cuenta. Un ensayo que, en esta ocasión, es de agradecer. «Es un monólogo de hora y algo», explica sobre La voz humana de Poulenc. «Se lleva mejor cuando hay más gente en el escenario», bromea.
Para cuidar la voz, explica que solo hay una estrategia. Ir a clase. «No hay nada como el oído humano para corregirte», señala. Por eso, viajará en breve a Roma para recibir lecciones de Paola Leolini. Procura también dormir bien y no gritar.
«La cultura es un bien común que puede aportar mucho», reivindica.