Leer es caro, y eso supone una dificultad en los tiempos que corren, en los que muchas familias tienen que priorizar sus gastos y prescindir de lo que no es totalmente necesario a cambio de poder comprar todos los días la barra de pan. Las bibliotecas son, por eso, una opción en auge para quien se niega a vivir sin la magia de los libros. Tal y como se ha constatado en los últimos meses, al menos en la comarca, los socios y los carnés en los centros de lectura públicos no paran de crecer.
Otra cosa son las librerías, que viven desde hace años inmersas en una crisis en las que se mezcla la falta de capacidad adquisitiva de sus clientes, iniciativas como el intercambio de libros de texto y ahora, más recientemente, la competencia del libro electrónico. A todo ello sobreviven como pueden.
En la librería Nobel de Vilagarcía, por ejemplo, las ventas bajaron sensiblemente en los últimos años. Aún así, se mantienen, pero lo hacen porque hay verdaderos lectores enganchados al papel. Clientes fijos que son su salvación. «Hay quien prefiere prescindir hasta de un café y gastárselo todo aquí», decían sus empleadas. Y aunque reconocen que el libro electrónico les está haciendo un poco de daño, no lo culpan del descenso de ventas, «porque al que le gusta leer, le gusta pasar las hojas y le gusta el olor del papel».
Algo así opinan también en la librería Pampín, que sobrevive gracias a la prensa y a la papelería, pero que no quiere prescindir de la literatura. «Es que el libro es caro, si bajaran los precios se vendería más», asegura Majó.
De momento, se van salvando de la quema. Es cierto que cerró sus puertas Limiar, pero lo hizo aprovechando que tenía que hacer unas reformas, por lo que no descartan volver a abrir en breve.
Quizás el futuro esté en la especialización. En Santiago, por ejemplo, cerraron algunas librerías de toda la vida, pero abrieron otras. Una especializada en literatura feminista, otra de ciencia ficción...