La policía investigó al hermano de Sinaí tras fotografiarlo en una cita con narcos

e. v. pita VIGO / LA VOZ

RIBADUMIA

La jefa de la Udyco abrió el caso cuando Marino Jiménez fue detectado en un bar de Ribadumia para negociar por drogas

27 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El juicio contra el hermano de Sinaí y miembro del clan de los Morones, Marino Jiménez, y un cabo de la guardia civil de Mos, acusados de robarles droga a unos narcos arousanos en enero del 2014, entra en su recta final. El fiscal antidroga de Pontevedra, Pablo Varela, dará a conocer mañana en la Audiencia si mantiene su petición de 12 años de prisión para cada implicado. El principal acusado insiste en su inocencia y rechaza las escuchas telefónicas porque dice que están manipuladas y van a por él.

En la sesión de ayer, declaró durante dos horas la exjefa de la brigada Udyco de la comisaría de Vigo que organizó las escuchas telefónicas a Marino Jiménez y al guardia civil. Ambos se dirigían palabras cariñosas como «guapetón» o «mi amor» en tono jocoso aunque Marino niega todo y no reconoce su voz.

La oficial (en su día absuelta de una irregularidad en una redada de A Pedra) relató al tribunal que su unidad seguía la pista desde el 2013 a un clan que planeaba comprar droga en Cambados pero luego se centraron en Marino Jiménez porque fue fotografiado en diciembre por policías secretos en Ribadumia cuando salió de un coche de alta gama y entró en un bar para reunirse con unos proveedores arousanos y negociar la cantidad de estupefacientes que iba a comprar. La Udyco concluyó que Marino hacía los contactos.

Pincharon el teléfono con el permiso de la jueza de instrucción número 3 de Vigo, Marisol López, y descubrieron que Marino tenía en nómina y daba órdenes a un cabo de la guardia civil de Mos. «Ya lo hablaron otras veces, lo dicen en las conversaciones, Marino le dice al guardia que se llevaría la misma pasta que otras veces», relató la jefa policial. El miembro de los Morones replicó desde el banquillo: «Y si lo sabían [que el guardia era corrupto] ¿por qué no lo detuvieron antes?».

«Impuesto revolucionario»

La jefa policial también indagó en las riquezas de Marino Jiménez y su clan. Descubrieron que la familia se movía en una flota de coches de alta gama y el implicado vivía en un chalé en Tomiño blindado con cámaras de vigilancia situadas en un camino estrecho para controlar las entradas y salidas. El único ingreso lícito de Marino procedía de los mercadillos pero la policía no entendía «cómo disponían de tantos medios». La funcionaria concluyó que el clan funcionaba como una «supuesta mafia que cobraba un impuesto revolucionario» a los puestos de los feriantes en los mercadillos.

La directora de la investigación vigiló durante tres días el entorno de la gasolinera de Os Valos donde Marino y el guardia civil Enrique P. planeaban engañar a los traficantes de droga que venían de Poio. La idea era montar un control policial ficticio en Mos. En las escuchas, Marino prometió 3.500 euros a un cómplice y mil a otro para aprovechar la confusión y robarles 550 gramos de cocaína a los traficantes. La exjefa policial vio pasar a Marino en coche cuando el guardia civil paró a los arousanos.

El agente acusado alega que él recibió un «chivatazo» y que fue a hacer la detención. Su compañero de patrulla confirmó ayer que Enrique P. le comentó horas antes que tenía un soplo para registrar un coche con droga. Otro compañero del cuartel oyó lo mismo una semana antes pero nadie avisó a sus superiores porque no sabían si era veraz.