Todo el mundo quiso probar los callos

Maruxa Alfonso Laya
m. alfonso MEIS / LA VOZ

MEIS

En ollas, táperes o en el tradicional plato de barro; cualquier recipiente era bueno para probar los garbanzos en la fiesta de Meis, donde se agotaron las seis mil raciones

10 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Es cierto que el calor no apretaba como en años anteriores. También, que ayer no era día de playa. Quizás por eso Meis se convirtió en punto de encuentro para miles de personas. Allí llegaron dispuestos a probar los callos. Y aunque hubo que esperar para ello, pues las colas eran importantes, nadie se fue sin su correspondiente ración. Hubo quien apareció con la olla bajo el brazo, para degustarlos en casa tranquilamente. También, quien prefirió el ambiente festivo. La espera, dicen los presentes, mereció la pena. Porque Meis volvió a demostrar ayer que en eso de preparar los callos no hay quien le gane. Y por eso no quedaron ni las migas de las más de seis mil raciones que se cocinaron.

La actividad comenzó bien pronto en esta localidad arousana. Multitudinarias fueron tanto la prueba de BTT, como la andaina que se organizó con motivo de la Festa dos Callos. Y aunque estas tuvieron lugar antes de las diez de la mañana, a la una y media de la tarde los ciclistas que querían abandonar el recinto se encontraron con los miles de personas que querían acceder al mismo. La aglomeración fue importante y algunos conductores optaron por estacionar en la salida de la autovía, a unos cuantos metros del recinto ferial. Porque ni siquiera las fincas habilitadas como estacionamientos fueron suficientes para acoger a todos los vehículos.

La aglomeración se repetía en el Campo da Feira, convertido en un improvisado restaurante preparado para servir 600 kilos de callos o, lo que es lo mismo, más de seis mil raciones. Había que hacer cola, y larga, para hacerse con uno de los tiques que por seis euros daban derecho a una ración de este plato. Y de nuevo había que esperar para cambiar el recibo por la comida. Pero nadie parecía tener prisa, ni desesperarse. Y eso que la cola daba la vuelta a buena parte del recinto. Con la comida en la mano, los comensales se dirigían a las mesas colocadas bajo la carpa, donde encontrar un hueco no era tampoco tarea sencilla. Otros, en cambio, marchaban con la olla o con el táper lleno, dispuestos a dar buena cuenta de esta delicia gastronómica en sus casa. Poco a poco, las raciones fueron desaparecieron y la comida dio paso a la fiesta. Había música para todos los gustos, incluido un festival folclórico. Que sepan los interesados que los festejos continúan hoy, con una verbena.