El vikingo que devolvió la visita

marina santaló CATOIRA / LA VOZ

CATOIRA

MONICA IRAGO

El vídeo sobre el hermanamiento entre Catoira y Frederikssund propició el viaje de Antonio Correa

14 abr 2017 . Actualizado a las 09:07 h.

La relación que Antonio Correa entabló con los vecinos de Frederikssund le llevó a convertirse de, algún modo, en el protagonista del documental Lordemani, que profundiza sobre el hermanamiento entre este pueblo de Dinamarca y Catoira gracias a los vikingos. Antonio cumplió la mayoría de edad el mismo año, 1993, en que los daneses aterrizaban en masa en la Romería Vikinga aprovechando el año santo compostelano.

Los suyos eran unos 18 años muy esperados, y le iban a permitir incorporarse por primera vez a la tripulación de uno de los barcos que utilizan para rememorar la importancia de Catoira en la defensa de Galicia frente a los ataques de los vikingos. «Hasta cumplir la mayoría de edad no se puede participar en el desembarco y esas ganas de que llegue el momento es algo que se ha mantenido de generación en generación», señala Correa, que, por ese mismo motivo, ha cedido su hueco a los más jóvenes en los últimos tres años. «Yo ya estoy curtido y también disfruto haciendo el camino por tierra», afirma.

Primera arribada

El hecho de que su ansiada primera participación coincidiese con el primero de los dos multitudinarios viajes de los vecinos de Frederikssund podría interpretarse como el presagio de lo que vino después: una relación que se ha prolongado con el paso de los años y que ha proporcionado a Correa su último atuendo para la Romería Vikinga. «El vestuario que utilizo ahora me lo regalaron hace tres años. Aunque el vino y el fango tienden a hacer estragos, trato de mimarlo lo máximo posible», relata. Sí ha actualizado, desde entonces, sus armas. Su maña para el bricolaje hace que no tenga que recurrir a terceros para crear los cascos o escudos con los que complementar el vestuario. Más bien al contrario. Es él quien los elabora para sus amigos o para completar el atuendo de la obra de teatro que realizan en cada edición de la fiesta. Una fiesta a la que asiste desde niño y de la que es probable que pocos sepan tanto como él.

«De pequeño iba y me quedaba alucinando. De tantas armas que me regalaron, puede decirse que llegué a tener un arsenal», recuerda. Pasarían años hasta la primera llegada de los daneses y, otros cuantos, para que las raíces de la amistad se fortaleciesen. Con la gran segunda oleada de visitantes, en 2010, con motivo del cincuenta aniversario de la fiesta, los lazos se afianzaron. Internet consolidó la relación entre estos vikingos que, a unos 3.000 kilómetros, mantienen un contacto en el que invasores e invadidos no se diferencian.