Dos guardias civiles cruzan el puente de Rande empujando la furgoneta averiada de una deportista arousana

Pablo Penedo Vázquez
Pablo Penedo VILAGARCÍA / LA VOZ

CATOIRA

Mónica Touriño regresaba de entrenar con sus siete perros en Vigo cuando sufrió el percance

25 oct 2016 . Actualizado a las 18:30 h.

Encontrarse con los agentes de una patrulla de la Guardia Civil de Tráfico de incógnito dirigiéndose al personal al volante suele ser fuente de malas noticias para la economía familiar del interpelado. En el caso de la catoirense Mónica Touriño los dos números de la Benemérita que el pasado domingo trataron con ella en los primeros metros del puente de Rande dirección Pontevedra han pasado a ser para la deportista de élite y sus siete canes una suerte de ángeles de la guarda, que convirtieron una situación de peligro en una anécdota digna de contar a los nietos.

Estrella del canicrós español, un deporte donde perro y humano forman pareja deportiva unidos por un arnés, Mónica Touriño volvía a Catoira tras un entrenamiento cuando la furgoneta en la que viajaba con siete perros se paró en el inicio del puente. Puso los triángulos, y «chegou a Garda Civil, dixéronme que era moi mal sitio, e puxéronse a empurrar a furgo». Nada del otro mundo si de lo que se trataba era de maniobrar para pegar el vehículo lo máximo posible al arcén a fin de no ser un estorbo para la circulación. Pero no fue eso lo que sucedió.

Fuera un buen desayuno, fuera que se vieron con fuerzas de cumplir con su deber más allá de lo que cualquier ciudadano común entendería como necesario, la pareja procedió a desplazar con la única fuerza motora de sus brazos y sus piernas la furgoneta averiada con sus ocho ocupantes hasta el otro extremo del puente de Rande. Algo así como 1.600 metros. Todo, por apartar de un tramo tan sensible de la autopista un obstáculo como el averiado mientras llegaba la grúa correspondiente.

«Os pobres ían parando a descansar cada certo tempo e me viñan a dicir: ‘‘xa falta pouco, en nada a quitamos’’. De verdade que me quedei alucinada con eles», relataba ayer una Mónica Touriño que vivió la operación delante del volante.

Más de una hora después, con un joven buen samaritano parando casi al final del puente para echarles una mano, «chegamos a unha isleta que hai no cruce para Cangas». A los 10 minutos llegó la grúa, y los guardias civiles se despidieron de su socorrida deportista «dicíndome que gañaran a comida».