El herrero que arma a los ejércitos del Norte

Rosa Estévez
rosa estévez CATOIRA / LA VOZ

CATOIRA

martina miser

La primera vez que Fernando Rial participó en el desembarco tenía 15 años y una espada de hierro de factura propia

28 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La primera vez que se vistió de vikingo tenía quince años. «Embarcamos medio camuflados, pola idade. Tocoume remar», recuerda Fernando Rial. A estas alturas, este vecino de Catoira se ha convertido ya en uno de los guerreros del Norte más veteranos del ejército que el Ateneo Vikingo envía, cada primer domingo de agosto, a asaltar las Torres de Oeste. Ahora ataca por tierra. «Hai moita xente para ir no barco, así que os que participan por primeira vez no desembarco teñen que ir por terra e eu acompáñoos». Es una prueba iniciática como otra cualquiera.

Pero Fernando no es un simple jefe vikingo que comanda el asalto terrestre. Es, también, el hombre que ha diseñado y elaborado buena parte de los cascos, espadas y adornos que lucen sus compañeros del ejército de Úrsula. En su bar, O Galeón Vikingo, tiene una amplia colección de sus trabajos: cascos con cuernos imposibles, espadas, cuernos para beber... Todo producto artesanal, hecho a mano, diseñado a base de mirar muchos libros y de bucear, ¡cómo no!, en ese gran mar que es Internet. «E tamén está a serie Vikings, que nos da moitas ideas», matiza Fernando. Este año, por ejemplo, le han encargado muchísimas machadas como las de los hombres del Norte televisivos.

La primera espada que fabricó fue para autoconsumo. Cuando se decidió a convertirse en vikingo pensó que no podía ir a la batalla de cualquier manera, así que cogió una rebarbadora y, pese a no saber soldar, se las apañó para fabricarse una espada de hierro y cobre que ahora cuelga de las paredes del bar. El casco vino después. «Daquela levei un de plástico, como os que levaba todo o mundo. Pero fixeime en que os máis veteranos puxéranlle cornos de verdade e dixen, eu quero un así». Al año siguiente lo tenía listo. «Cun balón vello fixen un molde, e fun por todas as carnicerías de por aquí ata que conseguín un par de cornos», recuerda.

Y ya que menta a los cuernos, no podemos evitar recordarle que los vikingos, según los sesudos historiadores, no los llevaban en sus cascos. «Xa o sabemos. Os vikingos non levaban cornos nos cascos, pero os vikingos de Catoira si, postizos», dice, poniendo énfasis en la última palabra. «O dos cornos foi unha invención de Hollywood para facer que ese pobo parecese máis feroz, pero en realidade era imposible que os usasen, pérdese visibilidade e pesan moito como para levalos á batalla». Sabe bien de lo que habla: el año pasado, cuando comandaba el ejército de tierra tocado con uno de sus cascos estrella -tres pares de cuernos y nueve kilos de peso- perdió de vista el camino y «caín no medio da lama».

Aclarado este extremo, entendemos por qué los cascos que fabrica Fernando siguen llevando cuernos. Este año, por sus manos han pasado unas ochenta parejas de astas. ¿De dónde las saca? «Pois do matadoiro de Lugo», contesta. Con ellas fabrica, además de las protecciones para la cabeza, cuernos para beber y cuernos para hacer ruido, «que volven a estar de moda». Los tunea y los talla con mimo, siguiendo las enseñanzas de su maestro en estas lides, Julio López. Él le enseñó muchas de las técnicas que ahora utiliza en sus diseños, con los que se arman buena parte de los vikingos de Catoira y parte de los del extranjero. A fin de cuentas, cascos, espadas y colgantes son adquiridos por los turistas que recalan en O Galeón y que no dan crédito a su barra con forma de drakkar, a sus taburetes grabados, a los cascos y espadas que aparecen por todos los rincones. Cuidado, que no todos son objetos en venta.

El origen

En el bar, Fernando muestra piezas cargadas de recuerdos a las que no piensa renunciar. Entre ellas, una foto en la que su hija Xaxa, con tan solo dos añitos, parece llorar en medio del desembarco. «Ela di que estaba berrando», dice el orgulloso padre. Suponemos, claro, que gritaría «Úrsula». Preguntamos a Fernando por el origen de ese grito. «Hai moitas teorías, pero a auténtica, a verdade, é un segredo que só sabemos os auténticos vikingos de Catoira», dice. Que siga el misterio.