Las manos que dibujan con hilo de oro

Bea Costa
bea costa CAMBADOS / LA VOZ

CAMBADOS

Martina miser

Iba para sastre pero un canario le enseñó a bordar y hoy sus días pasan entre casullas, palios y estandartes

17 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Quién dice que bordar es solo cosa de mujeres. «Los principales bordadores por el sur de España son hombres», explica Ángel Rial. No está hablando de hacer punto de cruz. Habla de dibujar con hilo de oro -«que no es lo mismo que hilo dorado», matiza- sobre el raso de un palio, la estola de un sacerdote o el manto de una virgen; una tarea concienzuda que requiere de mucha técnica y de mucho arte «porque hay ornamentos que son obras de arte, aunque la gente no le dé valor». De modo que ante nuestra reacción al conocer que hay mantos que se cotizan a 200.000 euros, él responde: «¿Cuánto se paga por un Picasso?, ¿solo son arte los cuadros y las esculturas?».

Desde luego, la casulla en la que lo pillamos bordando no es un cuadro pero lo parece, tal es la perfección del trazo que consigue con la aguja y el hilo. «Esto se hace con patrón», aclara, pero no por eso deja de sorprender el resultado que consigue con el Corazón de Jesús sobre el terciopelo rojo. La pieza es un encargo de un sacerdote para lucir el día de su ordenación, en la que Ángel invertirá unos dos meses de trabajo y por la que cobrará unos 3.000 euros. Por otras casullas, sin bordar, cobra 300 euros pero también ha hecho trabajos por 18.000.

En la mesas de al lado tiene dos estandartes desplegados, uno de nueva factura y otro para restaurar, y, en cuanto pueda, se pondrá manos a la obra con unos escapularios. Trabajo no le falta, pero, afirma, es muy difícil vivir de ello. «Ya solo los materiales son carísimos -un carrete de hilo de oro no baja de los 250 euros y lo tiene que comprar en Sevilla-, se trabajan muchas horas y hay muchos gastos». Habla de su condición de autónomo y se queja de que su profesión no está reconocida como debiera. Afirma que bajo el marchamo de Artesanía de Galicia hay mucho producto hecho de forma mecanizada mientras que él trabaja con las manos -de vez en cuando usa una antigua máquina de coser de su abuela- «y para nosotros no hay ni una subvención ni nada».

Dejadez

Lamenta también la dejadez de la Administración a la hora de conservar el patrimonio ornamental de las iglesias, más allá de las piedras y los retablos. «Se hicieron verdaderas aberraciones. En Galicia había joyas que se han perdido, y se siguen perdiendo. No hay un inventario ni hay nada, y estamos hablando de un patrimonio muy valioso».

El cambadés podría ser el único bordador que hay en Galicia. «Me dijeron que había otro en Vigo pero no lo encontré», y claro, la gente no deja de sorprenderse al descubrir a que se dedica. «La gente alucina», reconoce. Por Andalucía hay mucha tradición de bordadores y esta actividad se ha convertido en una industria, pero en Galicia, Ángel -o Manolo como lo llaman amigos y familia a raíz de un error en el registro bautismal- es una rareza.

¿Cómo se acaba bordando un palio? «Por necesidad. En la parroquia (Santa Mariña Dozo) había que arreglarlo todo, y así empecé». Ángel había estudiado Corte y Confección en Pontevedra y las agujas y los dedales le eran familiares, pero nunca pensó que acabaría haciendo entorchados, recortes y canutillos ingleses.

Lo suyo eran los trajes tradicionales, de hecho sigue cosiéndolos en su taller de Cambados, pero durante su estancia en Canarias conoció al bordador Paco Herrera, y se enganchó. Antes de montar el taller todavía habría de tener una floristería, pero su camino acabó recorriéndolo a puntadas con hilo de oro.

Sus bordados lucen en palios, estandartes y ternos (vestuario de sacerdotes) de Cuenca, Navarra, Málaga, Toledo y Melgaço (Portugal). Por supuesto, también en Galicia. Uno de sus últimos trabajos fue la restauración del estandarte de Santa Rita, que salió en procesión el 22 de mayo por las calles de Vilagarcía. Si tiene que escoger, prefiere restaurar que hacer bordado nuevo. «Así aprendo de las cosas antiguas», y así descubrió los secretos que se esconden bajo las telas y los bordados, como la dedicatoria que ahora le toca a él camuflar en la casulla que tiene entre manos, por expreso deseo de su cliente y en honor a la madre de este.

De Trento al Vaticano II

Bordar este tipo de piezas no solo requiere de técnica y arte. Ángel ha tenido que documentarse sobre el significado litúrgico de los ornamentos que estableció el Concilio de Trento, y después reformó el Concilio Vaticano II. Se rompió la rigidez del siglo XVI pero se ha adulterado la esencia de las cosas, opina, de modo que donde debería haber una imagen de una virgen hay quien estampa una filigrana sin sentido religioso.

Ángel es una persona de convicciones religiosas y eso le ha influido a la hora de escoger esta profesión. Antes, por mera vocación, ya hizo otras muchas cosas. Tan pronto montaba un Belén en Torrado, como recuperaba los gigantes Benito y Petra para las fiestas de San Benito o fundaba la asociación Volandeira en su Cambados natal.

El traje tradicional, que no folclórico, matiza, es otra de sus pasiones «pero eso da para hablar mucho». En su taller cuelga el suyo que reproduce la vestimenta en Galicia del siglo XIX. Lo luce en la Festa do Albariño «pero me gustaría ponerlo más a menudo. Es un traje, no un disfraz». Por si alguien tiene duda.