La chica que ponía los pantalones de su hermano

Bea Costa
bea costa VILAGARCÍA / LA VOZ

CAMBADOS

Modesta Padín acompaña el postre con una trompeta, un martillo de reparar instrumentos y unas flores en homenaje a sus padres y a su tio Angelito, en la cocina de la casa familiar, del año 1905.
Modesta Padín acompaña el postre con una trompeta, un martillo de reparar instrumentos y unas flores en homenaje a sus padres y a su tio Angelito, en la cocina de la casa familiar, del año 1905. Martina miser

De familia de músicos, Modesta Padín pese a todo no lo tuvo fácil para poder acabar como profesora de música y saxofonista. Le falta tocar la trompeta

22 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Se facía traballos de home, porque non ía facer as cousas que facían os homes». Modesta Padín Domínguez se aplicó esta máxima y así, gracias a su «erre que erre» fue salvando reticencias y pudo aprender música, conducir a los veinte años y vestir como a ella gustaba. Su madre Luisa prefería que fuera a misa con una chaqueta de perlé, pero ella le robaba los pantalones a su hermano Currás, se ponía unos botines de tacón y se enfundaba en aquel jersey enorme de lana que le hizo Clotilde y que todavía conserva. Era la jipi de Castrelo, que hacía nudismo en su huerta y las leiras las trabajaba en bikini.

Su rebeldía no solo le sirvió para vestir a la moda o ponerse al volante. A los catorce años tuvo que dejar de estudiar por motivos familiares pero ella no se conformó con cuidar las vacas, ir a la seca o trabajar en la fábrica. Cogió por su cuenta y riesgo el método de Eslava y aprendió música. Curiosamente, pese a ser la suya la casa de los Padín -fundadores de la Banda de Castrelo- en la familia nunca se habían planteado que la niña acabara poniéndose el gorro de plato. Currás la apoyó y la niña lo consiguió. Aprendió solfeo desde el autodidactismo «pero eu quería tocar un instrumento». Había que echar mano de lo que había por casa y como su padre José tocaba la trompeta, Modesta quería tocar la trompeta. Su tío y su «segundo pai» -Modesta perdió al suyo a los 16 años, una experiencia «que marcoume máis do que eu pensaba», explica- le sacó aquellos pájaros de la cabeza. «Díxome que non tiña oído para a trompeta, collín pánico». Por eso ahora, que es ella la que enseña a los niños, se mide muy mucho antes de hacer un diagnóstico de este calibre. «Aprenderlle aos nenos é unha grande responsabilidade, hai que ter moito coidado co que se di».

Aquel GSA «tan bonito»

Modesta no se rindió. Su segundo intento fue con el clarinete, pero tampoco pudo ser porque solo había uno y estaba ocupado, de modo que le dejaron que probara con un saxofón destartalado que había por allí. Poco podía entonces pensar Angelito, y orgulloso que estaría, que su sobrina iba a acabar completando los estudios superiores de saxofón en el conservatorio de Vigo. «

Con vinte anos ía no meu GSA especial, ¡que bonito era aquel coche!, cando ir a Vigo era como ir a outro país

». Le llevó años y fue duro pero no estuvo sola. El profesor Celso Covelo le ayudó mucho, como lo hicieron también Conchela, Juan, Ramona, Plasencia y otros muchos docentes que creyeron en su sueño. Modesta no pudo ir al instituto con 14 años pero lo hizo con 21, en el Ramón Cabanillas de Cambados y comenzando como oyente. Acabó BUP y COU después haría un máster de psicomotrocidad relacional en Madrid y continuó su formación para acabar siendo ella la profesora. Dio clase en Vilagarcía y hoy lo hace en el conservatorio municipal de Cambados donde tiene alumnos de 4 a 70 años. Y si hace falta pintarse unas pecas y subir a un escenario, Modesta siempre está disponible. También le gusta el teatro y esto le ayuda mucho a la hora de conectar con los más pequeños. «

Xa perdín o sentido do ridículo».

 

Férrea defensora de la educación musical, opina que no todos los niños tienen que acabar siendo músicos pero la música les puede ayudar mucho en su formación como persona.

A ella le sirvió. «Tocar na banda e nas orquestras fíxome coñecer o mundo e á xente, iso tamén é importante». Si no la primera, fue de las pioneras en tocar en una banda de música en Galicia, con 16 años y con una falda de tablas que detestaba y que, en cuanto pudo, cambió por un pantalón. «Daquela vían a unha muller e achegábanseche a ver se tocabas de verdade». Los tiempos han cambiado, pero Modesta opina que todavía queda mucho por reivindicar así que cuando tiene que cubrir un papel y le preguntan por su profesión ella dice «música», porque músicos son los hombres, matiza. Pero que nadie piense que va de marimacho por la vida. «Cos primeiros cartos que gañei na banda comprei unha batería de cociña e unha máquina de coser. Eu parcheaba bicicletas e coidaba o campo porque non tiña outro remedio», comenta. A sus 55 años muy bien llevados rezuma feminidad por todos los poros.

Perros, gata y una paloma

Nos recibe en Castrelo, la casa de su abuelo de 1905 que ella restauró, con pendientes largos y falda corta y nos prepara una torta de copos de avena. Modesta cuida su alimentación y cuida su entorno. Trata de evitar los conflictos, elige la sencillez y la buena compañía, ya no viaja con riesgos y toma magnesio y colágeno.

«Fáltame tempo pero o que me gusta é estar na casa e coidar a horta. A terra reláxame moito»

. Allí la esperan su madre,

Scooby

y

Nuca

-los dos rescatados de la perrera-, la gata

Dulce

y una paloma sin nombre que ha anidado en su puerta. Cuando no está en su oasis de O Castriño está dando clase en el conservatorio, tocando con la Banda de Castrelo o dirigiendo la Coral Máximo Patiño de Vilaxoán. «

Cos anos vólveste máis selectiva

», reflexiona. Quizá su próxima elección sea la de retomar aquella trompeta que quedó por el camino.

«Pode ser».