Vilagarcía exige una rehabilitación integral de la estación de autobuses

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

A ILLA DE AROUSA

MARTINA MISER

Ravella reclama que las instalaciones sean parada obligatoria en el plan de la Xunta

29 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Además de abrir el terreno a un cambio en las concesiones de las principales líneas de O Salnés, auspiciar una huelga y postergar hasta el 2019 la posibilidad de un sistema verdaderamente eficaz, coordinado con el ferrocarril, el nuevo plan de transporte de la Xunta trae bajo el brazo, en su primera formulación, una equívoca noticia para Vilagarcía: la desaparición de la estación de autobuses como punto de parada obligatoria de los autocares que comunican la capital arousana con A Illa y O Grove.

A diferencia de lo que sucede con las instalaciones del propio O Grove y de Cambados, que sí figuran expresamente en los nuevos itinerarios, las menciones a la estación de Vilagarcía brillan por su ausencia en un documento fundamental, que dirigirá el inminente proceso de adjudicación de las cuatro líneas básicas que recorrerán la comarca. Consciente de este hecho, el alcalde de la ciudad, Alberto Varela, ha presentado una alegación muy concreta ante la Dirección Xeral de Mobilidade, de la que depende el plan: «Solicítase que a parada ou saída desas rutas, en Vilagarcía de Arousa, se realice, ben na estación de autobuses sita na rúa López Ballesteros, ou ben a teña como unha das súas paradas para recoller ou deixar usuarios». Los trayectos a los que se refiere el regidor socialista son los dos que unen la capital arousana con O Grove y Testos (A Illa), pero también los que, en lugar del centro de la ciudad, tienen como punto de partida o de destino el Hospital do Salnés. De ahí la referencia a una imprescindible escala intermedia en la estación.

No es, en cualquier caso, la única demanda que el Concello de Vilagarcía plantea al hilo de la reformulación de las líneas que debe entrar en vigor en agosto. Ravella se hace eco, también, de la necesidad de que las instalaciones de López Ballesteros sean objeto de una intervención a fondo y decidida por parte de la Xunta, que al fin y al cabo es su titular. «Deberíase tamén executar por ese organismo a rehabilitación integral da estación de autobuses», propone Varela a la dirección xeral. No solo por la conveniencia de reparar el desgaste provocado por el paso del tiempo -la estructura se construyó en 1986- sino también, y sobre todo, con el objetivo de convertirla «nunha estación intermodal, conectada coa estación de ferrocarril», que impulse una verdadera conexión entre ambas modalidades de transporte público.

Hubo un tiempo para la proliferación de estaciones de autobuses en Galicia, como hubo un tiempo para la construcción de rotondas y glorietas en cada cruce. Muchas de estas instalaciones han acabado por ser víctimas del desuso. La de O Grove, por ejemplo, únicamente goza de atención gracias a la cafetería y al papel de las navieras que fletan catamaranes turísticos, que son las actividades que de verdad le dan vida. La de Cambados -cuya reparación es inminente, a cargo de una partida de 95.000 euros a compartir con Sanxenxo- tampoco corre mejor suerte. A diferencia de ambas, la de Vilagarcía nació en 1986 con una ventaja sustancial: su proximidad a la única estación de ferrocarril de la comarca de O Salnés. Ni por esas se ha salvado el enclave vilagarciano del triste castigo de la infrautilización.

 

 Un edificio infrautilizado desde el mismo momento de su inauguración

Construirla le costó a la Xunta trescientos millones de las antiguas pesetas. Y, cuestión curiosa, no habían transcurrido ni dos años desde su inauguración cuando los comerciantes que habían apostado por ella denunciaban el olvido en el que habían caído las instalaciones frente a las paradas intermedias del transporte interurbano en el centro de la ciudad, bien en As Carolinas, bien en la confluencia entre Rodrigo de Mendoza y Doutor Tourón. Las cosas no han cambiado demasiado desde entonces. De espaldas al ferrocarril y a su propia vocación de centralizar el tráfico de los autocares de media distancia, la estación sigue esperando lucidez después de 31 años.