«En la producción del vino contamina más la viticultura que la bodega en sí»

p. s. OURENSE / LA VOZ

AROUSA

MIGUEL VILLAR

La huella de carbono de los vinos ecológicos es mayor que la de los que son fruto de prácticas convencionales

08 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Voz autorizada para hablar de viticultura, Vicente Sotés Ruiz es vicepresidente de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV). Invitado a la Semana Vitivinícola de la Estación de Viticultura e Enoloxía de Galicia (Evega), habló en Ourense de cambio climático, emisiones de CO2 y huella de carbono en relación con la viticultura y la producción vinícola.

-¿Es tan relevante el impacto que, en conciencia, deberíamos ir pensando en dejar el vino?

-No, pero es un elemento que cada vez se valora más. Muchas veces el viticultor y el bodeguero no son conscientes de lo que emiten. Cada vez hay más consumidores, sobre todo en algunos países, especialmente sensibles, que entienden que hay que cuidar el planeta y que quieren conocer la huella de carbono que hay detrás de todo, incluida la botella de vino que van a tomar. Abonos, tratamientos y labores de bodega suman para la cifra final.

-¿Qué es lo que más penaliza la huella de carbono?

-En este ámbito son la botellas, por el vidrio, y también el acondicionamiento de envases.

-¿La diferencia entre una bodega y otra llega a ser relevante?

-Lo es. Las empresas que certifican la huella de carbono calculan los gastos energéticos y emisiones de CO2 que se generan. Con esos resultados, cada bodega puede ver cómo ahorrar energía. Esa es una parte. En la zona de Champagne, donde se hicieron los primeros estudios, solo entre la botella y el empaquetado suman casi un 50 % de su huella de carbono. Allí, por ejemplo, se podría bajar fácilmente usando envases más ligeros, con menos vidrio. Una botella que se venda en una caja individual deja más huella, pero a la empresa le permite subir el precio final. No es fácil.

-¿Son demasiadas variables las que acaban interviniendo, no?

-Son muchas, sí. Un bodeguero podría proponer bajar la huella de carbono embotellando no en origen sino en destino. Pero igual no se fía de que el vino que envía a granel a Franfurt o a Londres sea el que luego se distribuye desde allí. Una cosa es la huella de carbono del producto y otra lo que ha contaminado cada botella, ver lo que se ha gastado con cada una. Energía, depuración de residuos, o eficiencia en el uso del agua son aspectos que influyen, aparte del transporte. La percepción del consumidor es cada vez mucho más importante.

-¿Es significativa comercialmente esa sensibilidad?

-Aquí aún no lo es, pero en lugares como el Reino Unido el consumidor se interesa hasta por la huella de carbono de una lechuga, que será diferente si se produce en un invernadero, gastando energía, o no es necesario ese consumo energético. Se hila muy fino en este terreno...

-A pesar de que Donald Trump no cree en el cambio climático...

-Sí que cree. El cambio climático está comprobado. No es algo opinable. Lo que pasa es que si contaminas, pagas, según los tratados internacionales. China y EE UU van a la cabeza y pagan más. O no, si se van. Allí hay mucha sensibilidad. Una cosa es el papel del consumidor y otra es la de la empresa. No solo se valoran los costes. Si pensamos en emisiones de CO2, solo con el reciclado de botellas se ahorra muchísimo. En otra época se lavaban y reutilizaban. El consumo de energía para una sola botella es altísimo. Pero quien paga sesenta euros por una de champán quiere una buena botella y bien presentada.

-¿La demanda de información sobre la huella de carbono va ligada a la preocupación medioambiental? ¿Los vinos ecológicos, ‘naturales’, biodinámicos, salen ganando con estos estudios?

-No exactamente. Es complicado. Resulta que hay datos que dicen que los vinos ecológicos aportan más CO2 que los de cultivo estándar cuando este se hace en conciencia, al utilizar aquéllos productos con poca persistencia que exigen más tratamientos.

-¿Es un arma de doble filo, entonces, la huella de carbono?

-Lo es. Al consumidor se le pone ante un gran dilema.

-¿Alguna práctica en Galicia especialmente contaminante?

-No. Lo que resulta realmente terrible para la huella de carbono es la deforestación.

-¿Debemos distinguir el impacto de la viña y el de la bodega?

-En la producción de vino contamina más la viticultura que la bodega en sí. En la bodega, el agua y la porquería que se genera la hay que reciclar.

-¿Hay recetas mágicas?

-Desde luego, no las hemos encontrado. En la OIV llevamos tres años trabajando en esto, pensando en los consumidores, pero también en el interés de los productores para gastar lo menos posible.