El refugiado que conmovió al cámara gallego

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

AROUSA

CEDIDA

Dani Antelo conoció a Noah de camino a una granja de fresas en Copenhague. Ahora es profesor en Lima

09 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Dani conoció a Noah se enganchó a su historia. No fue capaz de cortarla. Aunque su primera idea era editarla e incluirla en un cuaderno de viaje sobre su experiencia como jornalero en una granja de fresas de Copenhague y las diferencias entre el sistema educativo danés y el español, no supo dónde cortar. Era la historia de un productor de música que tuvo que escapar de Siria cuando su vida corría peligro y atravesó media Europa en busca de un poco de vida. Todo lo que le dieran extra sería un regalo. Pero tenía que salir de aquel infierno.

«Noah no parece sirio», explica Daniel Antelo, el pontevedrés de 32 años que se convirtió voluntariamente en su altavoz en el mundo. «Era moreno, y tenía piercings y tatuajes. Me decía que, como la gente pensaba que era italiano, no tenía muchos problemas de racismo. Porque en Dinamarca, por aquel entonces, nos habían llegado a advertir de que tuviéramos cuidado. A nosotros nunca nos pasó nada, pero sí hubo una ocasión en la que nos prohibieron la entrada a una discoteca porque pensaban que éramos rumanos. Tuvimos que explicarles que éramos españoles, y aún así no nos dejaron entrar».

El caso es que Dani y Noah se sentaron una noche en las escaleras del albergue de la capital danesa en el que se habían conocido. El cámara y realizador marinense apenas llevaba en el país unas horas, y aún no imaginaba lo que le quedaba por vivir aquel verano, ni que haría esta entrevista desde su casa de Lima, en Perú. Los dos jóvenes pasaron más de una hora grabando, hablando uno y escuchando el otro, y finalmente Dani colgó la entrevista íntegra en YouTube para que quien quiera escucharlo pueda oír a Noa contar cómo fue su viaje en lancha hasta Grecia, cómo por el camino perdieron a una niña por el fuerte oleaje, ser testigos de cómo la policía intenta pinchar las lanchas en las que viajan los huidos, lo duro que es ver a unos padres abandonar a su bebé porque ya no pueden cargar más con él o cómo funcionan las mafias dedicadas a los refugiados. Dani no supo qué parte dejar fuera.

El marinense, licenciado en Comunicación Audiovisual, había llegado a Dinamarca con la intención de ahorrar dinero para irse a Perú. Tenía claro que en la ciudad del Lérez no iba a encontrar las salidas profesionales que buscaba, y el año que pasó en Bristol de Erasmus le sirvió para darse cuenta de todo el mundo que le quedaba por recorrer. Convirtió sus seis meses de beca en tres años de estudios y prácticas. De modo que regresó a Galicia, realizó algunos trabajos y comenzó a gestar la idea de Perú.

En colchones en el suelo

Una granja de fresas en Copenhague y una de manzanas en el sur de Gran Bretaña parecían las dos experiencias perfectas para hacer algo de dinero y acumular historias. Lo que no esperaba es que el propietario de la granja danesa fuese “novato” y hacinara a los más de veinte trabajadores que contrató en una bonita casa de campo con un solo retrete que, por si fuera poco, no funcionaba. Como en el contrato se fijaba que los jornaleros cobrarían por kilo recolectado y no por día trabajado, una mala pasada climatológica que arrasó los terrenos de la granja los dejó sin cobrar nada. Apenas tenían para comer y en ocasiones se veían obligados a aprovechar los alimentos que los supermercados desechaban por su próxima caducidad para llevarse algo a la boca. Aún así, Dinamarca le fascinó tanto que llegó a plantearse posponer su proyecto de futuro inmediato para quedarse allí una temporada y, como la universidad es gratis para todos los europeos (su primera idea de reportaje era comparar este sistema con el español), estudiar otra carrera y, de paso, aprender danés. Pero es un idioma muy complicado.

En la granja de naranjas todo fue bien. Las experiencias que se llevó de ambas son lo que más valor tiene para el marinense. Eso, y los ahorros que le permitieron irse a Perú a pasar un mes. El gusanillo de la enseñanza le había ido entrando poco a poco, y cuando llegó a Lima (donde, por cierto, se encontró a la amiga de su madre que lo cuidaba de pequeño, que estaba allí de vacaciones) aprovechó para enviar algunos currículos. Acababa de llegar a España cuando lo llamaron para hacer una entrevista en el primer instituto al que lo envió. Así que volvió a ahorrar dinero, y ahora es profesor coordinador del departamento de Comunicacióndel IES Toulouse Lautrec, donde ayuda a organizar un festival de festival de webseries, los Webseries Awards de Perú.

Porque de eso sabe. Tanto como dos de sus compañeros en varios rodajes, y especialmente en el último al que se lanzó en Pontevedra: un corto musical. Estableció una conexión vía Skype con Pablo Cacheda y Andrés Rozados, y sus alumnos se quedaron fascinados. De cómo se hace un proyecto tan novedoso, de cómo funcionan las cosas en España y de lo fácil que es romper barreras y cruzar el Atlántico a lomos del cine. Y de un profesor vocacional que cuando ve una historia humana se deja conmover y la convierte en arte.