«Está bonita, pero más delgada», dice el salvador de «Bruma»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

AROUSA

capotillo

El jardinero que sujetó la mandíbula de la perra para evitar que se desangrana se reencuentra con el can a orillas del Lérez

15 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado 9 de julio el matrimonio formado por Silvia De Acevedo y Fernando Barreiro aprovechaba esta página de La Voz para hacer un llamamiento público. Querían localizar al hombre que salvó a Bruma, su perra mestiza de seis meses que había sido atropellada unos días antes en Monte Porreiro junto al macho, Neo. Esa persona tuvo, según los veterinarios, una actuación rápida y eficaz al sujetar con su mano, primero, y con un trozo de tela después la mandíbula del animal para evitar que se desangrara.

Lo que querían Silvia y Fernando, fotógrafos de profesión, era agradecerle en persona ese gesto al salvador de Bruma. Un gesto que no olvidarán y que para ellos no tiene precio. El reencuentro se produjo el miércoles, a última hora de tarde, a orillas del río Lérez. A unos metros de la casa en la que reside la pareja y de la que se escaparon Bruma y Neo el día del accidente aprovechando la ausencia de sus dueños.

Silvia sujeta la correa roja de Bruma, mientras Fernando hace lo propio con la azul de Neo. La perra está muy recuperada de las fracturas en la mandíbula (de ambos lados) y la pelvis que sufrió tras el atropello. En la boca Bruma lleva unas placas y un alambre. La herida de la oreja está mucho mejor y ya le ha crecido el pelo. En pocos minutos aparece Jorge Piñeiro, su salvador, con un casco de moto en la mano. «Habíamos hablado con él por teléfono, pero no nos habíamos visto en persona hasta hoy», desvela Silvia.

Jorge, que trabaja como jardinero, se acerca a la perra. La pregunta es obvia. ¿Cómo la ves? «Bonita, está bonita, pero más delgada». Con delicadeza, acaricia a Bruma en la cabeza. Ella se deja, aunque gruñe al tiempo que le da al rabo. «Nos dijo el veterinario que los gruñidos son normales. Lo que pasó fue un trauma y está miedosa», explican Silvia y Fernando. El que no para es Neo, que se hace notar saltando. Muy pendiente de Bruma, le lame la herida de la oreja una y otra vez. «Lo hace desde hace cuatro días, y la perra se deja».

Jorge insiste en que no hizo nada del otro mundo aquel sábado 2 de julio por la noche. «Estaba tomando una cerveza en un bar, sentimos el atropello y vi una cosa sangrando. Me acerqué y ya vi al animal. Tenía la cabeza apoyada, pero al moverse vi cómo se le caía la mandíbula», recuerda. No se lo pensó y actuó rápido. «Le agarré la boca con la mano porque sangraba mucho, muchísimo, chorreaba sangre, yo tenía los dos brazos manchados. Primero le sujeté la mandíbula con la mano y después con un trozo de tela que me trajeron», relata.

Jorge comenta que había mucha gente por allí y que después llegó la Policía Local. Fue él mismo quien metió a Bruma en el coche de la veterinaria que atendió a la perra en un primer momento, antes de la operación del lunes.

«Lo hice porque me gustan los animales. Yo tengo un yorkshire y no me gusta verlos sufrir, creo que cualquiera lo hubiera hecho», señala Jorge. Pero Silvia y Fernando no son de la misma opinión. «No todo el mundo lo hubiera hecho y seguro que hay gente que, aunque quisiera hacerlo, igual no era capaz porque son cosas que impresionan mucho. Lo que sacamos de todo esto es que todavía hay gente buena», apunta el matrimonio.

Besos a Jorge

Una amiga le dijo a Jorge que los dueños de Bruma y Neo estaban intentando localizarlo. «Tardé en contestar porque paso bastante del WhatsApp», confiesa. Ya sin testigos, la conversación de los tres a orillas del Lérez se prolongó más de una hora. «Al final Bruma ya le daba besos a Jorge toda feliz», reconoce más tarde Silvia.

Además del mal rato, la pareja se ha gastado ya 1.500 euros en la atención veterinaria de Bruma. El seguro de responsabilidad civil de los dueños de los perros se hará cargo de los daños materiales del vehículo que los atropelló.