Cuando Franco Quintáns apostó la cabeza y ganó

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Cocina de vicio. Pero aunque el papel de cocinillas le gusta, lo que más le satisface es ejercer de anfitrión «y tener amigos en casa».
Cocina de vicio. Pero aunque el papel de cocinillas le gusta, lo que más le satisface es ejercer de anfitrión «y tener amigos en casa». m. miser

Aplica su talento a la moda, pero sobre todo a la vida; así ha logrado diseñar un mundo a su medida

01 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«¡Casi me cortan a cabeza!». Mientras mezcla con un cuidado exquisito la pasta nero di sepia con almeja de Carril y gambas, Franco Quintáns rememora el día en que anunció en su casa que, de mayor, quería ser diseñador de moda. Aquella declaración de intenciones no era fruto de la arroutada de un rapaz con predisposición al arte, ni el capricho de un adolescente con ganas de llevar la contraria. Franco Quintáns había crecido entre retales y máquinas de coser, entre las clases de manualidades del Club Carlos Maside y los patrones que ayudaba a sacar a su madre. Y entre todo ello había encontrado un camino al que no estaba dispuesto a renunciar pese al «pequeno escándalo familiar» que provocó su anuncio.

«Quero ser deseñador», dice que dijo. Y lo hizo. Estudió en Vigo y en 1995 ya estaba preparando su primer desfile en Camariñas. «Coincidía cun Barça-Madrid. O meu irmán vivía daquela en Barcelona e o meu pai estaba empeñado en ir ver o partido. Cabreeime moitísimo e marchei para Camariñas só». La cocina lo reclama un instante y la conversación se interrumpe apenas unos segundos, dejándonos entre bastidores, pendientes de la pasarela. «A última hora apareceu a miña familia, o meu pai tamén. E despois de ver o meu traballo dixo: ?Vale para isto, imos ter que apoialo?». Fue un gran momento. Un final feliz que, en realidad, no fue más que el punto de partida de una carrera llena de éxitos.

Para Franco Quintáns, su mayor triunfo es llevar «25 anos traballando no que me gusta, a moda». Sus trajes de novia, que rezuman carácter e identidad, lo hicieron famoso. Pero con el tiempo sus horizontes se han ido ampliando. Desde las pajaritas Mr FQ, hasta la escuela de modelos. De ser el responsable de todo lo que tiene que ver con la moda en un centro comercial de Vigo, hasta una aventura de ropa infantil en la que lleva un año inmerso, sin olvidar la organización de desfiles y, obviamente, los vestidos para las novias más exigentes. ¿Cómo lo hace? «Hai tempo, sempre hai tempo», dice nuestro cocinero, que asegura no tener más agenda que su cabeza. «Teño moi boa memoria».

Pero además de ser un hombre de talento, Franco Quintáns es también una suerte de mecenas del siglo XXI. Cuando volvió a Carril tras vivir nueve años en Barcelona, descubrió que «en Galicia hai moito talento, pero seguimos sen saber potencialo». Por eso, cuando se encuentra con alguien que tiene un don escondido, pone todas sus dotes de persuasión a funcionar para hacerlo salir a la luz. Muchas veces, dice, la gente solo necesita a alguien que le haga creer. Alguien que le dé un empujón para recolocarlo en el camino correcto, el que conduce a la felicidad. Y en eso, Franco Quintáns debe ser de los buenos. Tanto levantando ánimos, como tirando de su larga lista de contactos para encontrar las primeras oportunidades que otros necesitan. «Porque cando alguén que está ao teu lado crece, crecemos todos, é bo para todos», dice.

Rodeado de gente creativa y con ganas de comerse cada día a bocados, Franco Quintáns goza la vida que se ha hecho a medida. No es fruto de la suerte: es fruto de haber apostado por sí mismo, de haberse jugado la cabeza cuando había que hacerlo. De haber mantenido los pies en la tierra y la cabeza lejos de los delirios de grandeza en los que se enredan algunos de sus compañeros de profesión.

En su vida «houbo momentos duros, pero agora estamos aquí», dice con una copa de vino en la mano. Sobre la mesa, Franco Quintáns ha hecho una pequeña declaración de intenciones. En el plato, almejas de Carril, porque Carril - y el mar, y la ría- forman parte de su carácter. La obra de dos amigos artistas, cuidadosamente colocada para captar la atención. Y la figurilla de un león que se despereza. Porque ese felino es el animal totémico de nuestro anfitrión. El equilibrio perfecto de fuerza y elegancia.