Lleva ya diez años luchando y está muy cansada. Al principio la vida parecía sonreírle. Se enamoró, se casó y tuvo dos hijos. Las cosas no salieron bien pero más tarde creyó encontrar al hombre de su vida, con el que tuvo otro hijo más. Se separó de nuevo, y ahí empezó su calvario, porque después se quedó sin trabajo. Los dos padres no le pasan la pensión y ella tampoco consigue salir adelante. El piso lo compró cuando ganaba algo más de mil euros y pensó que era mejor comprar y dejar algo a sus hijos que pagar un alquiler. Ya con el problema encima, quiso renegociar su deuda, pero el banco no accedió. Todo para conservar una vivienda que ahora se le va definitivamente de las manos.
«Y yo nunca me negué a pagar», insiste. Yo quería saldar mi deuda para conservar mi piso, es lo que quise siempre». Recuerda que si sus ex parejas le hubiesen pagado la pensión correspondiente, nada de esto habría ocurrido. Pero aunque los denunció, los juzgados siguen sin pronunciarse. «A mí me machacan, y ellos, que no pagan, andan por ahí tan campantes».
Ahora se plantea, más que nunca, marcharse al extranjero a trabajar. «Tengo una amiga que se fue para Suiza y no sabía el idioma ni nada y en una semana estaba trabajando, y otra que se fue para Alemania. Las dos me dicen que aquí estoy perdiendo el tiempo».
Son diez años de impotencia y de luchar contra molinos. Diez años de lágrimas. «Y yo siempre me busqué la vida para dar de comer a mis hijos, que si fuese por sus padres... Eso es lo que yo no entiendo, que yo y mis hijos nos quedemos sin casa y a ellos nadie les pida cuentas».