Las 700 viviendas de Lantero

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

El convenio urbanístico de la antigua fábrica ofrece a Ravella un instrumento clave para buscar una solución al conflicto

19 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

A diferencia de anteriores conflictos laborales, de resultado catastrófico para los intereses de Vilagarcía, el trance en la que está inmersa la planta de Lantero en la capital arousana ofrece al Concello una inestimable herramienta con la que buscar una solución satisfactoria para empresa y trabajadores: el convenio urbanístico que, firmado por Ravella y los responsables del grupo y ratificado por el pleno de la corporación en octubre del 2004, permite el desarrollo inmobiliario de su antiguo emplazamiento. Aquel documento recogía una valoración sobre la inversión que la compañía cartonera debía ejecutar para su traslado a O Pousadoiro: 25 millones de euros. A lo largo del debate plenario, el portavoz de Esquerda Unida, Juan Fajardo, aseguró que la Xunta respaldaría la operación con 1,5 millones. Aunque la Administración central también apoyó la actuación, parece claro que la conversión de la parcela de Rosalía de Castro en una urbanización compuesta por setecientas viviendas -todos estos cálculos figuran en las actas- estaba llamada a desempeñar un papel nuclear en la financiación de tan ambicioso proyecto.

La nueva fábrica, sustentada sobre una parcela de 60.000 metros cuadrados, se inauguró en el 2009 en el polígono de O Pousadoiro. Sin embargo, transcurridos diez años desde la rúbrica de aquel acuerdo urbanístico, por lo que respecta a Rosalía de Castro, extrañamente, nadie ha dado un solo paso hasta ahora.

Cierto que la burbuja ha estallado y que las oportunidades de negocio que hoy rodean al ladrillo son nefastas. Es verdad que la Lei do Solo ha cambiado y que resulta imposible ya triplicar la edificabilidad de los 24.977 metros cuadrados de que consta la finca original de Lantero, tal y como planteaba el convenio hasta un máximo de bajo, siete plantas y bajo cubierta. La consulta a la Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Infraestruturas al parecer se ha realizado y su respuesta es negativa. Tampoco ha sido un ejemplo de diligencia el Concello en la revisión del Plan Xeral de Ordenación Municipal, de la que, en última instancia, depende el desarrollo de dichos terrenos. Aunque el bipartito conservador que conforman PP e Ivil llegó a afirmar que su aprobación inicial se produciría a principios del 2015, año electoral para más señas, el proceso en realidad está paralizado.

Semejante serie de precedentes no favorecen, precisamente, ningún intento por extraer beneficios a una bolsa de suelo que dormita el sueño pesadillesco del desaprovechamiento pertinaz. Pero nada de ello evita que, para los responsables de Lantero, el futuro de su vieja parcela constituya, diez años después, un tapón a descorchar. Sobre todo ante una coyuntura económica tan compleja como la actual. Que el interés de la empresa por activar los terrenos existe lo acaba de confirmar el propio regidor. A la vista de las críticas sobre el papel que el gobierno local ha asumido hasta ahora en este conflicto, Tomás Fole explicó la semana pasada que, de las reuniones mantenidas con la dirección del grupo cartonero, al menos una de ellas tuvo como motivo principal el convenio urbanístico.

El contenido concreto de la entrevista se desconoce, pero cualquiera puede adivinar que no giró en torno al compromiso de mantener el empleo durante 15 años, puesto que una cláusula de circunstancias económicas lo anula. La lógica apunta a que lo que interesa a Lantero son las posibilidades de capitalizar esos 25.000 metros cuadrados muertos en una de las mejores zonas del municipio. Y ahí es donde Ravella tiene una mano por jugar.

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