Arousa vibra con el paso de La Vuelta

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

La postal del paso de los ciclistas por Carril, con la isla de Cortegada de testigo de lujo al fondo, es una de las más destacadas que dejó ayer la prueba en O Salnés.
La postal del paso de los ciclistas por Carril, con la isla de Cortegada de testigo de lujo al fondo, es una de las más destacadas que dejó ayer la prueba en O Salnés. mónica irago< / span>

Los vecinos de la comarca se echaron a la calle para aplaudir a la caravana ciclista

12 sep 2014 . Actualizado a las 13:40 h.

Desde hace unos años, el final del verano guarda un epílogo espectacular en las tierras de Arousa. El paso de La Vuelta echa a los arousanos a la calle. Da igual la hora o las carreteras por las que pase. Las aceras y los arcenes se llenan. Da igual, incluso, lo que apunten las predicciones meteorológicas. Hay seguro de sol.

Ayer se cumplió el guion a pies juntillas. Hubo sol. Hasta calor incluso. Y hubo mucha gente aplaudiendo el paso de los ciclistas por las tierras arousanas.

A primera hora de la mañana, Gustavo César Veloso aseguraba que no había que fiarse de los horarios oficiales, que desde A Estrada hacia el Baixo Ulla y O Salnés la carretera -y puede que el viento- iban a ayudar a que los ciclistas rodaran a una velocidad altísima y que probablemente aparecerían con algún adelanto sobre el horario previsto. Y así fue.

Antes que los esforzados de la ruta, como alguien acertadamente bautizó, pasaron los miembros de la caravana publicitaria. Su trabajo tampoco es fácil, no se crean. Es verdad que van en bonitos coches descapotables y que conocen los más espectaculares lugares pero, ay, amigos, tienen que lidiar con sus gentes. El fervor que puede despertar una gorra de regalo del Carrefour es indescriptible. Un paisano estuvo a punto de ser atropellado por un coche en la calle Juan Carlos I de Vilagarcía por recoger un imán de nevera que publicitaba los melones de Villaconejos, «selección extra» es verdad. Así que imagínense.

Y ya cuando pasamos al género de las pequeñas mochilas aquello fue la marabunta. La escena fue tremenda. El conductor del vehículo que transportaba las bolsas fue claro: «Voy a abrir el maletero. Pero no os lancéis», advirtió a la veintena de ávidas personas que se amontonaban a su alrededor. Lo consiguió, al menos en parte. Optó por utilizar el sistema repañota para repartirlas, con una cara de estar encantado de llevar ya tres semanas viviendo un deja vu constante.

Tras el paso de la caravana publicitaria -el Hammer del Cuerpo Nacional de Policía causó sensación- la parroquia tuvo margen para ir a casa a comer algo mientras hacía recuento de los tesoros de propaganda, al estilo de aquellos maravillosos años de Fexdega. Hubo también quien estiró la sesión vermú un poco más y decidió esperar a que pasaran los ciclistas antes de afrontar el almuerzo.

Alrededor de una hora y media después, y con algo de adelanto tal y como había anticipado Gustavo César Veloso, la frecuencia del paso de las motos de la Guardia Civil empezó a aumentar. Señal inequívoca de que los ciclistas estaban a punto de aparecer. Y lo hicieron. A la velocidad habitual -el reciente ganador de la Volta a Portugal también acertó de pleno cuando aventuró que iban a circular a toda mecha- y ante el aplauso de los aficionados.

La escena fue idéntica prácticamente en toda la comarca. El aplauso fue breve porque en la mayoría de los tramos fue un visto y no visto. Los más fervientes seguidores del ciclismo optaron por acercarse a Lobeira -donde la velocidad baja, y las opciones de identificar a los más grandes del pelotón aumentan- y por supuesto al Monte Castrove. Allí el premio fue doble puesto que la caravana pasó en dos ocasiones animada por un público incansable que pudo paladear de nuevo uno de los mejores espectaculares del deporte mundial.