«Nunca quixen vender as bateas, son postos de traballo para a familia»

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

monica ferreiros

Con 82 años, se resiste a jubilarse hasta que su nieta le de el relevo

24 ago 2014 . Actualizado a las 06:51 h.

Nadie diría que Jorge Vidal ha sobrepasado la barrera de los ochenta años de edad. Nadie menos el médico al que acude para pasar las revisiones periódicas que le impone el ISM. «Sempre me di que me teño que xubilar, que xa non estou para andar por riba dos puntóns, pero eu non quero». Así que Jorge, que se siente fuerte como un roble, seguirá trabajando sus dos bateas «polo menos ata que a miña neta me dea o relevo». Su nieta ha estudiado Acuicultura, se ha sacado el título de competencia marinera y anda a vueltas con el de patrón. Parece dispuesta a seguir con el negocio en el que se metió su abuelo hace casi cincuenta años.

Fue a mediados de la década de los sesenta. Jorge, como tantos otros hombres de la ría de Arousa, había pasado unos cuantos años embarcado en buques noruegos para ahorrar un dinero. «Aquí non había traballo, non había futuro», y había que intentar buscárselo fuera. Tras un lustro cruzando los mares del mundo, decidió volver a casa. A Faxilde. «O meu compadre comentoume que vendían un fondeadero para unha batea. Díxome que o comprase, que era un posto de traballo... E pareceume ben». Así que Jorge invirtió sus ahorros en hacer dos mejilloneras y comprar un barco, el Angelita, en el que no había ni grúa ni nada. Porque, a mediados de los sesenta, «o traballo da batea era duro, moi duro. Non había máquinas e iba todo pola forza... As cordas levantábanse a base de brazo».

Su esfuerzo, repetido mil veces por miles de brazos distintos, contribuyó a levantar un sector que medio siglo después presume de ser estratégico para la economía de Galicia. Pero cuando Jorge empezó, aún no estaba claro que las bateas fuesen a ser una buena inversión. «Eu non a merquei pensando en me facer rico. Para min era un emprego nunha época na que non había moito que facer. Foime ben, funme gobernando», señala.

Trabajó, y trabajó mucho. Pero no da demasiado mérito a todo el esfuerzo realizado. «Eu nacín nunha época de moita necesidade, souben o que era traballar dende moi pequeno». «Crecín co sacho na man, pero o que me dou a vida foi ir ao mar, á batea». Allí encontró su futuro y allí espera que sigan encontrándolo sus herederos. Por eso nunca pensó en vender sus bateas, ni siquiera cuando el cáncer lo atenazó y lo puso contra las cuerdas. «Funme a operar fóra e estiven moi mal, a morrer. Cando volvín, todo o mundo me dicía que vendera as bateas, que me iban dar unha chea de cartos... Pero nunca quixen... Son postos de traballo para a familia», sentencia. No se arrepinte de aquella decisión. El marido de su hija, carpintero de profesión, se quedó en el paro y «agora anda comigo á batea. E outra xente que daquela vendeu a batea, ou o barquiño, gañou unha chea de cartos, si, pero os cartos logo se van. E agora os fillos andan por Vilaxoán sen nada que facer...». Así que, «mentres eu viva», las bateas no se venden. Y el barco, tampoco. Es el cuarto que pasa por sus manos y se llama como su hija, Ana Rosa. Lo construyó en el año 1987, después de que su mujer se cayese al mar tras quedar enganchada en una máquina de la embarcación que tenía antes. «Tiven que sacala no cesto do mexillón», cuenta Jorge. Reconoce que se llevó un buen susto, y que a los pocos días se fue a Rianxo y encargó la nave en la que sigue trabajando hoy en día. «Cando o fixen era o barco máis grande de Vilaxoán». Ahora ya no. Las subvenciones que hace unos años repartió la UE para renovar la flota mejillonera hicieron que muchos perdiesen la cabeza y construyesen barcos enormes. «Algúns aínda se hipotecaron para completar os cartos das axudas. E despois claro, como non os daban desquitado, empezaron a vender por fóra... Eu penso que as axudas foron a ruina do sector». ¿Más que el mejillón chileno, que se lleva la culpa de buena parte de los problemas de los bateeiros? «Para min é un problema. Eu naveguei moito por América do Sur, hai moitos anos, e vin que alí había moita miseria. Así que todo o que vendan paréceme ben, teñen dereito a vivir e a mellorar. Pero se veñen vender mexillón aquí, se o meten nas latas, terán que poñer de onde ven o produto, ¿non?». Pura lógica, señor Jorge.

jorge vidal casi cincuenta años trabajando el mejillón

«Paréceme ben que Chile venda mexillón. Pero si o vende aquí, que se poña de onde ven para que a xente saiba o que compra»

«¿Como non vai ter futuro este sector? O único que fai falla é un pouco de unión»

Jorge Vidal