La gran marea de San Roque

r. estévez / p. penedo VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

Miles de personas tomaron las calles de la ciudad para darse un baño en toda regla

17 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

«¡Viva San Roque!», exclamaba con cierta acritud, a primera hora de la mañana, un agente que había pasado la noche de guardia. Había sido la suya una velada movida, llena de llamadas por un sinfín de altercados de intensidad baja. Así que todo presagiaba que estaba por llegar una Festa da Auga complicada. Pero no fue así, todo lo contrario. Las sombras de la noche se quedaron allí, en la noche, y la jornada bajo los chorros de agua discurrió alegre, divertida, risueña. Y multitudinaria. Quizás, la más multitudinaria de todas las vividas hasta ahora.

Calcular la asistencia a ese chapuzón masivo no es fácil, porque la gente se desperdiga por todos los rincones de la ciudad. Algunos de los puntos estratégicos de la zona húmeda parecieron estar menos poblados que en otras ocasiones, pero quizás eso solo deba achacarse al viento del norte, que en las calles de sombra hacía tiritar hasta al más pintado. Quizás fue el soplo de ese mismo viento el que empujó a la gente, ya bien bañada, a buscar pronto el calor del sol en el parque Miguel Hernández, en las escaleras del auditorio o en la zona TIR, donde los quioscos no dejaron de vender empanada y patatas fritas al ejército que se batía en retirada, mojado, cansado y, pese a todo, sonriente.

La temprana marcha de quienes llevaban de fiesta toda la noche aligeró las calles de la zona húmeda, abriendo hueco para los devotos del Agua. Para estos la fiesta arranca a mediodía, cuando una gran ola de agua comienza a formarse en San Roque y va bajando por la ciudad, inundándolo todo. Es en el barrio que lleva su nombre donde el Santo bailón tiene su capilla-refugio, donde se lee el pregón del Agua y donde se lanza un chupinazo en forma de cubo.

Este año, de ese ceremonial se encargó Nieves Rodríguez, una presentadora de televisión que se conoce al dedillo todas las romerías de Galicia. Nada más acabar de hablar, y antes de que le diese tiempo a echar el pie a tierra, fue acribillada por un millón de globos de agua que ella se empeñó en devolver con creces. La fiesta ya estaba en marcha.

Las ventanas de la calle San Roque se abrieron de par en par para dejar paso a las mangueras, a los cubos y a los cazos. Quienes habían acompañado al santo hasta arriba, emprendían el camino de vuelta parándose allí donde el agua caía del cielo. En la zona de Independencia se quedaron muchos, sobre todo familias con niños, carritos envueltos en plásticos y chavales con pistolas de agua. Hacia la zona cero del Agua, la plaza de Galicia y A Baldosa, seguía ese público joven que no quiere perderse la fiesta bajo ningún concepto. Los que podían se arremolinaban en las zonas de sol. Los que no, espantaban el frío bailando frente a los vehículos que, cargados de humor y música, algunos empresarios habían desperdigado por el lugar. Y así estuvieron, hasta bien entrada la tarde.

Cerca de la plaza de abastos, las colchonetas colocadas por el Concello para animar a los más pequeños registraban una discreta entrada. Solo a unos metros de distancia, frente al Neptuno, otra multitud, esta sorprendentemente seca, seguía moviéndose al ritmo de la música.