El narco boirense que cayó en Zamora

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO RIBEIRA / LA VOZ

AROUSA

GUSTAVO RIVAS

Fernández Tubío dejó el mar para ocupar un puesto medio en el tráfico de drogas a gran escala antes de ser el testigo principal en un importante juicio

22 jul 2014 . Actualizado a las 10:00 h.

Un año y cuatro meses después de faltar a su cita en la Audiencia Nacional para declarar como testigo protegido, y principal, en el juicio contra el arousano Óscar Manuel Rial Iglesias, del clan de Los Pasteleros, y el cambadés José Constante Piñeiro Búa, alias Costiñas, el boirense José Luis Fernández Tubío fue detenido el pasado domingo en la localidad zamorana de Puebla de Sanabria durante un control de carretera rutinario realizado por la Guardia Civil. Según diversas fuentes, los agentes no tardaron en detectar que tanto el DNI como el permiso de conducir que portaba este barbanzano eran falsos, motivo por el que fue arrestado y trasladado al cuartel de Puebla de Sanabria para ser identificado.

Fernández Tubío estaba en busca y captura por orden de la Audiencia Nacional. Su detención se remonta a mayo de 2008 por el alijo del pesquero San Miguel, donde se incautaron 3.500 kilos de cocaína valorados en 110 millones de euros y por el que se juzgó, entre otros, a Rial Iglesias y Piñeiro Búa como presuntos cabecillas.

La ausencia de Fernández Tubío en este juicio fue clave para absolver a ambos acusados a finales del 2013. Quizás por eso, ahora, y tras conocer el arresto de este barbanzano natural de Escarabote, el juez Fernando Grande-Marlaska ha requerido su traslado a la capital de España para que comparezca en la Audiencia Nacional por las acusaciones que lo relacionan con el tráfico de cocaína a gran escala. Algo que puede dar pie a la reapertura del caso, ya que Grande-Marlaska quiere que permanezca en un penal madrileño para solicitar su presencia todas las veces que considere oportunas.

Lo curioso de este vecino de Escarabote es que, en el momento de huir, contaba con una escolta del Ministerio de Interior por tratarse de un testigo protegido. Aún así, y pocas horas antes de que se iniciase el citado juicio, huyó sin que nadie pudiera decir hasta el domingo cuál era su paradero. Tan solo, y a través de su abogado, presentó un escrito ante notario desdiciéndose de la declaración que había firmado a la Policía Nacional culpando a Rial Iglesias y Piñeiro Búa de ser los cerebros del alijo incautado en el San Miguel.

En los últimos meses fueron muchos los rumores sobre su posible pasada de largo por la comarca que lo situaban en su localidad natal, Escarabote, algo que ninguna fuente oficial ha confirmado. Es más, estas voces autorizadas señalan que no existía una vigilancia específica sobre su vivienda, familiares o allegados. Además, su nombre volvió a correr de boca en boca unos días antes de la pasada Navidad. El motivo fue la aparición de un cadáver en una playa de A Pobra dentro de un saco, atado y con dos balas incrustadas en el cuerpo. Los primeros indicios apuntaban a la posibilidad de que esos restos perteneciesen a Fernández Tubío, algo que, tras las pruebas de ADN, se descartó.

Son muchos los barbanzanos que todavía lo recuerdan haciendo una vida normal en la zona mientras esperaba por el juicio al que nunca se presentó. Y siempre en compañía de dos escoltas que se encargaban de mantenerlo con vida, evitando venganzas, para que testificase en la Audiencia Nacional. El puerto de Ribeira, en donde todavía se puede ver su barco, que, parece ser, está siendo usado por otras personas, era un lugar donde se exponía públicamente a cualquier hora del día. Además, afirman quienes lo conocen, mientras estaba embarcado no llevaba guardaespaldas. «Só cando chegaba a terra o estaban esperando», añade un experimentado marinero de Santa Uxía y viejo conocido de Fernández Tubío.

El historial policial de este marinero venido a más revela que nunca fue una persona que estuviese estrechamente ligada a la cúpula de organizaciones de narcotráfico. Lo sitúan más como un colaborador puntual que hacía «trabajos sueltos». En su ocupación oficial, la de marinero, afirman colegas de profesión, «andaba a todo», ya sea con nasas o a la caballa en el País Vasco. Fue precisamente en esta comunidad autónoma donde, según fuentes próximas a Fernández Tubío, fue visto por última vez antes de desaparecer. Una decisión que tenía muy meditada, ya que, según indicó el periodista de La Voz Julio Fariñas, Tubío había llegado a un acuerdo con la Fiscalía para reducir una pena de 12 años de cárcel a otra simbólica si mantenía su colaboración con la Justicia.