Incógnitas sobre el futuro de dos edificios que no tienen ni quince años

La Voz

AROUSA

15 abr 2014 . Actualizado a las 06:58 h.

Dos millones de euros se invirtieron hace menos de quince años en la construcción de los juzgados de Vilagarcía y Cambados, inaugurados los primeros en 1999 y los segundos en el 2001. Sorprende la alegría con la que se gastó entonces un dinero que sumado a las otras muchas infraestructuras judiciales que a lo largo de los años de bonanza se fueron levantado en todas y cada una de las comarcas españolas darán como resultado tantos millones que la cifra emborracha.

Pero peor sienta aún pensar que esos edificios quedarán obsoletos en breve si se cumple a pies juntillas el plan de Gallardón, que concentra los juzgados en las capitales de provincia. Aunque no todo el mundo lo tiene claro. De entrada, las dudas de que se vaya a hacer realidad el anteproyecto de Ley Orgánica del Poder Judicial son muchas. El ministro de Justicia tiene que recabar el apoyo del Congreso y del Senado, pero la presión de muchos de los alcaldes populares que por la piel de toro se reparten, inevitablemente hipotecará el voto de sus diputados, así que el apoyo en las filas del Partido Popular no está garantizado.

Pero es que además, en el caso de la provincia de Pontevedra -y se supone que no será el único- ni siquiera construyendo el nuevo edificio judicial proyectado sería posible albergar a todos los funcionarios, abogados y procuradores, muebles y archivos de los partidos judiciales que se quieren suprimir. Por eso lo más lógico, y lo que creen muchos funcionarios y sindicatos que ocurriría en el caso hipotético de que la reforma se llegase a aplicar, sería que esos edificios siguiesen albergando servicios judiciales aunque solo fuese para la burocracia y para la resolución de los trámites y papeleos que la administración judicial necesita. Para entendernos, como ocurría hasta ahora con los juzgado de paz, con escasas atribuciones pero que evitaban a los ciudadanos tener que ir a las cabeceras de la demarcación por trámites tan sencillos como una fe de vida o el registro de un recién nacido.

Todo conjeturas, de momento. Y castillos en el aire.