Mariscadores de largo recorrido

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Javier traslada todo su kit de mariscador desde Marín, donde vive, a O Grove, donde faena.
Javier traslada todo su kit de mariscador desde Marín, donde vive, a O Grove, donde faena. martina miser< / span>

Las nuevas hornadas de pérmex han traído a las playas arousanas a profesionales que vienen de lejos. Hay quien llega desde Marín

06 abr 2014 . Actualizado a las 06:52 h.

De perdidos, al mar. Ese es el pensamiento que ha empujado a cientos de personas de la Galicia más atlántica a intentar encontrar en las rías el camino que habían perdido en tierra. Ese fue el pensamiento, de hecho, que llevó a Javier Salazar Suárez a apuntarse a lo que para él eran unos exóticos cursos para convertirse en mariscador. Este joven de Marín nunca, jamás, había imaginado que su futuro estuviese enterrado en la arena, esperando a que acudiese con su sacho y con su cubo a recogerlo. Pero la vida, que da tantas vueltas, a veces frena en seco. La suya se paró abruptamente -o más bien lo paró abruptamente- hace seis años, cuando la burbuja inmobiliaria llegó a todas las pequeñas empresas de la construcción en las que había trabajado.

Así que se sacó el permiso de mariscador. Con él en la mano, solo le faltaba obtener una plaza en la que poder ejercer como tal. «Como no había otras más cerca, me apunté en O Grove», explica este joven, padre de tres hijos, y uno de los cincuenta mariscadores que a principios de año se incorporaron a los arenales mecos. «Cuando llevas tanto tiempo en el paro...», dice. Terminar la frase es fácil. Cuando llevas tanto tiempo en el paro, te agarras a un clavo ardiendo. Cuando llevas tanto tiempo en el paro te lanzas al mar, aunque sea a un mar que está a más de cincuenta kilómetros de tu casa.

Desesperación

Dicen las mariscadoras que comparten con él playa que está «desesperado». Es nuevo en la arena, y su inexperiencia se paga con muchos problemas para encontrar el (escaso) marisco que se esconde en ella. «Cóstanos a nós pañalo e aínda máis lle costa a el», dicen las veteranas de la playa. No solo las capturas son cortas; también los precios han vivido momentos mejores. Y sumados estos dos factores negativos, el resultado es que las cuentas de Javier andan en números rojos. Él lo reconoce, de nuevo con una serenidad extrema. «Para pagar el seguro está dando, y a veces para la gasolina también». Y es que él tiene que gastar, y gasta, un buen puñado de euros en llenar el depósito. «No he echado las cuentas, pero cada dos días echo veinte euros», indica.

«Entré en unos meses malos. Ya vendrán otros mejores», sentencia encogiéndose de hombros, un gesto con el que demuestra su empeño en no dejarse vencer por la desesperación. Mientras no llega esa primavera, dice, seguirá tirando como pueda, «con la ayuda de la familia», el último refugio.

De Poio a Vilanova

Leticia Galiñanes también necesita del abrigo de sus padres. Tiene 26 años y ganas de independizarse, pero con lo que gana como mariscadora en Vilanova no puede ni planteárselo. Así que vive con su familia, en Raxó, y cuando hay seca coge el coche y pone rumbo a las playas vilanovesas. Como Javier, saca para «la gasolina y el seguro», pero poco más.

A Leticia le hubiese gustado entrar a mariscar en O Grove. Las mariscadoras de esta cofradía son de las que obtienen mejores resultados económicos en la ría de Arousa. Además, en las playas mecas tiene, de nuevo, una red de seguridad familiar: algunas de sus tías y de sus primas trabajan en ellas desde hace tiempo. «Yo quería ir para allí, pero no entré», señala esta joven, que parece saber la importancia de tener quien te eche una mano en la arena.

Su deseo no se cumplió. La primera opción falló, pero se le planteó la posibilidad de incorporarse a la agrupación de Vilanova y no lo dudó. Los alrededor de treinta kilómetros que la separan de las playas a las que debe bajar cuando lo permite la marea no la echaron atrás, y desde noviembre va y viene según lo dictado por el calendario de mareas.

«Tardo unos 25 minutos en el coche, no es mucho», argumenta esta mujer. Un tiempo soportable, al menos «hasta que no me salga otra cosa». Y es que a Leticia lo de ir a la seca no le gusta demasiado, no acaba de convencerle. «Yo no esperaba acabar de mariscadora. Pero no encontraba otra cosa que hacer y decidí probar». Los magros ingresos obtenidos hasta ahora no han contribuido a hacer crecer su afición por ir á ribeira. «Yo ya sabía que las cosas estaban mal, pero la verdad es que no se gana nada», asegura.

No es la única que piensa en marcharse de la playa si surge la ocasión. «Moitos dos que entraron agora están fartos, pensando en deixalo. Ten lóxica. ¿Traballar para non gañar cartos? Os que veñen de máis lonxe haberá meses que acaben tendo que poñer diñeiro», afirman las mariscadoras más veteranas. Ellas cuentan con aguantar la crisis con las botas puestas.

El seguro y la gasolina absorben, a veces, las ganancias de todo un mes

Quienes hacen los viajes más largos llegan impulsados por demasiado tiempo en el paro

La familia es fundamental para poder compensar los meses que acaban en blanco

Isabel vive a hora y media de coche de la playa. Lleva 16 años haciendo el largo camino