Se busca compañero de piso

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Compartir casa ya no es una costumbre limitada a estudiantes y jóvenes camino de convertirse en adultos. La fórmula, ahora, no tiene edad

24 nov 2013 . Actualizado a las 06:55 h.

El piso de estudiante es el territorio del eterno adolescente. Ese lugar en el que no parecen necesarias excesivas comodidades, en el que se admite una buena dosis de caos, en el que la vida se comparte y la intimidad la marca, con suerte, la puerta del dormitorio. Aunque es en ciudades universitarias como Santiago donde se ha acuñado el término, los pisos de estudiantes se han extendido por todo el territorio. También por Arousa. «Hay chavales que vienen aquí para hacer algún ciclo y que, en vez de ir y venir, alquilan un piso entre varios. Puede que sean amigos, o pueden que simplemente sean compañeros de clase», explica Mariely, de la inmobiliaria Laybe.

Así que aquí, los estudiantes de los ciclos formativos -sean los tafaz de Carril o los igafas de A Illa- suelen alquilar pisos para compartir. Pero no son los únicos. En esos rincones de la ciudad que la tradición ha convertido en tablones de anuncios, empiezan a proliferar las notas en las que, gente de todas las edades, lanza un mensaje claro: se busca compañero de piso.

Después de todos los ajustes

O compañera. Manuel Oriola, por ejemplo, preferiría abrir la puerta de su casa en Vilaboa a una mujer. «No es por nada. Tengo una niña pequeña y me sentiría más cómodo si en mi casa viviese una chica», relata. En realidad, como realmente se sentiría más a gusto sería como está ahora, viviendo solo, a su aire y a su ritmo. Sin embargo, las cosas son como son. «Me mudé a vivir aquí con mi pareja», narra. Pero su relación se rompió y él se quedó solo en una vivienda alquilada que le encanta pero que se escapa un poco de su presupuesto. «Intentas ajustar y ajustar, pero los ingresos son los que son y los gastos también». Así que este vilagarciano, profesional de la venta de seguros, se encontró «asfixiado entre el alquiler y los gastos. Y eso es lo que te lleva a pensar en compartir: la necesidad», relata.

Ha colgado su anuncio hace semanas, ha recibido algunas llamadas y ha tenido que descartar ya a algunos aspirantes a entrar en la casa. «Creo que en esto hay que ser muy selectivo, a fin de cuentas estamos hablando de compartir casa», sentencia. «Yo busco una persona que sea ordenada, limpia y con la que se pueda dialogar», dice.

Ese es, grosso modo, el perfil del inquilino ideal que buscan casi todos los que se han decidido a compartir piso. Jose es el nombre figurado de otro vilagarciano que se ha embarcado en esto de encontrar compañero de casa. Su vida, relata, no ha sido fácil, y ahora subsiste con una pensión por enfermedad que a duras penas le llega para pagar el alquiler de un piso de dos habitaciones en la zona de la estación. «En realidad, ajustando mucho, podría seguir yo solo. Pero si encuentro a alguien y puedo compartir, me ahorraría unos euros que me hacen mucha falta»

También él prefiere que a su casa entre una mujer. «Que quede claro que no estoy buscando pareja», sentencia. Pero ha salido trasquilado de sus experiencias anteriores, cuando compartió piso con otros dos varones. «Uno era un tío genial, pero el otro no hizo más que causar problemas», argumenta. Así que ahora prefiere probar suerte con una fémina. Y es que así, dice, será más fácil mantener el apartamento «bonito y arreglado, como lo tengo ahora». Y, sobre todo, se sentiría más seguro y cómodo. «A fin de cuentas, en mi casa es donde tengo mi vida, y tengo que poder confiar en quien vaya a vivir allí».

Para este hombre, su pequeño apartamento es su castillo. Sin embargo, para María Visitación García el piso que se compró hace unos años en Vilaxoán no son más que unas paredes entre las que vivir cuando viene a Vilagarcía. Ella es una topógrafa canaria que llegó a Arousa para trabajar en las obras del AVE. Recién divorciada, decidió invertir en un piso. Y luego, con la adquisición hecha, se quedó en el paro. La suerte le había dado la espalda, pero María Visitación es de esas personas que creen que los momentos de crisis esconden, en realidad, las grandes oportunidades de la vida. Así que se buscó una compañera para hacer frente a los gastos del piso y se puso a escribir un libro.

Manías y respeto

Ahora, Visitación vuelve a trabajar de topógrafa, pero esta vez en Ourense. Allí comparte alojamiento. Y al mismo tiempo, busca a alguien a quien arrendarle su apartamento en Vilaxoán. «Bueno, todo menos mi habitación», explica. La necesita para poder volver cuando quiera. Ella, que ya ha compartido casa con un buen puñado de personas, asegura que la experiencia suele ser enriquecedora. «Hay que tener claro que todos tenemos muchos hábitos aprendidos de los que no nos damos cuenta. Pero si hay respeto, funciona».