Dos crisis y una reflexión

Manuel Blanco

AROUSA

11 oct 2013 . Actualizado a las 06:58 h.

En menos de seis meses, el Intecmar se ha visto salpicado por los dos incidentes más graves que hayan trascendido a la opinión pública desde su creación. En mayo, fue el sainete de la intoxicación por mejillón en Francia, un bochorno que llamó la atención sobre la calidad de los análisis que se realizan en el centro de Vilaxoán. Una anécdota si se compara con el esperpento de ayer.

Camiones con mejillón regresando de Italia, bateeiros y mariscadores devolviendo producto al mar, conserveros tirándose de los pelos por las pérdidas acumuladas... Una cadena de fatalidades que ponen en entredicho la credibilidad de un laboratorio que durante años fue una garantía para el sector. Los resultados de sus análisis podrían no gustar, pero su dictamen era incuestionable. Era el guardián de nuestras mareas.

Sucede que el despropósito de ayer ha sembrado de dudas la operatividad del centro, incertidumbres alimentadas aún más por la exasperante falta de autocrítica manifestada por Covadonga Salgado en su comparecencia pública de ayer.

He de reconocer que no dispongo de datos para asegurar que los recortes en el Intecmar denunciados por los sindicatos en los últimos años están detrás de lo ocurrido en los últimos meses. Pero los hechos son siempre puñeteros. Y el instituto fue durante muchos muchos años un reducto de seguridad, en exceso garantista para muchos bateeiros, quienes hoy seguro que estarían dispuestos a matizar sus vehementes críticas. Si en el Intecmar se muestrea hoy el mar con menos frecuencia que hace años es una incógnita que solo sus gestores pueden despejar, pero las dos últimas crisis deberían llevarles a una reflexión.

A ellos y a los responsables públicos que deben velar por la salud de uno de nuestros sectores económicos de mayor relevancia. Arriesgar con el Intecmar es hacerlo con los puestos de trabajo de miles y miles de personas. Y no están los tiempos para esos juegos, ¿verdad?