La escasez de la sardina agudiza la crisis del sector del cerco de Cambados

Rosa Estévez
Rosa Estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

En los últimos meses, varios barcos de esta flota han sido vendidos

30 ago 2013 . Actualizado a las 06:50 h.

«Suponse que estamos na estación boa. Pois non sei entón como van ser as malas, cando veña o inverno e os temporais». La reflexión la hace el patrón de un cerquero de Cambados. Un barco que, como todos los que componen esta flota, no está atravesando sus mejores momentos. No hay sardina. No hay jurel grande. Y el pequeño, el llamado xurelo sardiñeiro, no tiene el aprecio de los consumidores, así que no alcanza buenos precios en lonja. En resumen: «a cousa non está negra, está negrísima».

Tanto, que hay barcos que «levan mes e medio sen facer contas». Lo cuenta Manuel Baúlo Aragunde, un veterano en esto de la pesca con cerco. Tras «47 anos nesta penuria, estou pensando en xubilarme». Y si él se retira «o futuro do Moropa [su barco] véxoo mal». El cerquero podría acabar vendido y lejos de Tragove. No sería el primero. En el último año y medio, la flota cambadesa ha perdido a varias de sus piezas, como el Mallador o el Tres Costas. Estos, y otros, han ido a parar la provincia de A Coruña. Sus antiguos dueños decidieron retirarse a tiempo y vender su barco «canto antes» para evitar un naufragio económico que anuncian quienes siguen en activo. «Nesta empresa non hai moito futuro», sentencia Baúlo Aragunde.

El patrón mayor de Cambados, Benito González, parece tener más confianza. La crisis que lo ha enfangado todo, dice, ha devuelto al mar a jóvenes que habían intentado buscarse la vida en tierra. Así que, «os barcos que hai en cerco agora teñen xente nova que ten aínda a vida por diante». Ese relevo generacional que considera garantizado no lo ven tan claro los armadores. Primero, porque «patróns para ir ao mar non hai». Y, segundo, porque nadie sostiene una empresa que acumula pérdidas.

Y son eso, pérdidas, lo que pescan la mayor parte de los cerqueros cada vez que salen al mar, al menos desde hace unos meses. La sardina está desaparecida. Algunos barcos tropiezan con ella de vez en cuando y hacen algo de dinero. Pero ni siquiera los astronómicos precios que se pagan por este pescado, y que pueden llegar a superar los 50 euros por caja, equilibran unas cuentas de explotación muy tocadas. Y es que, además de no haber sardina, una especie crucial en verano, tampoco hay jurel grande, que «nos axuda a defendernos».

Lo que sí se pesca, y en abundancia, es ese otro jurel, el llamado sardiñeiro. Una especie que, pese a ser sabrosa, no logra arrancar el entusiasmo de los consumidores. «Aí temos un problema serio de comercialización», señalaba ayer el patrón mayor de Cambados. Benito González reconoce que habría que hacer un esfuerzo para abrir un hueco en los mercados para esta especie. También habría que regular la oferta, apunta, probablemente pescando menos del que se pesca para evitar que las cotizaciones lleguen a ser tan bajas que haya patrones que prefieran entregar su carga a la beneficencia antes que venderla a un precio que consideran indigno. «O xurelo a un euro... Iso non é normal», señalan los armadores.

Los problemas del cerco han mutado y se han complicado en la misma medida en la que se ha complicado el resto del mundo. Pero hay quien considera que, como ya escribía Castelao hace casi un siglo, «as sardiñas volverían se os gobernos quixesen». «Normas hai, o que pasa é que hai que facer que se cumpran, e iso non debería doerlle a ninguén. Pero a Administración non se molla, deixa que cada un faga o que lle peta», señala otro armador cambadés que prefiere no ver su nombre en el periódico.

Ni hay sardina ni jurel grande. Solo queda el «sardiñeiro», que se vende mal