Las fuertes lluvias llenan de baches Vilagarcía y destrozan las aceras

María Santalla VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

Circular por las calles requiere un ejercicio de destreza para evitar socavones

23 ene 2013 . Actualizado a las 15:22 h.

Las fuertes lluvias de los últimos meses y la falta de mantenimiento se han conjurado para que las calles de Vilagarcía ofrezcan una imagen similar a la de un enorme queso gruyer, llenas de socavones que conductores y peatones se afanan por esquivar, aunque muy pocas veces con éxito.

La imagen es válida para cualquier zona de la capital arousana, desde Cornazo a Cea y desde Vilaxoán a Carril, y ni siquiera las calles más céntricas se libran de sus baches. Cualquiera que camine o circule por las inmediaciones de la Casa Consistorial puede comprobar que no hay zona noble si de desniveles en el asfalto se trata. El pavimento de la calle Juan Carlos I se ha descompuesto y cruzar el paso de peatones de la esquina requiere, para los peatones, un ejercicio de máxima atención para no tropezar y dar con sus huesos en el suelo o para no acabar con el pie en un charco. En el caso de los conductores, es necesario un esfuerzo suplementario para tratar de no dejar las ruedas en el trayecto.

Salida de Cornazo

La enumeración sería interminable. Por poner otro ejemplo, quienes abandonan la vía de O Salnés por Cornazo encuentran, justo al final del enlace, un buen agujero en el medio y medio de la calzada, suficiente para dar un buen susto a cualquier conductor al que pille desprevenido.

En el caso de la avenida Rosalía de Castro, los baches se alían con los enormes charcos que se forman en la calzada para dificultar sobremanera la conducción en caso de lluvia y para imposibilitar que los peatones caminen por la acera cuando las nubes descargan o que, al menos, lo hagan sin mojarse.

Pero los problemas no se restringen a la calzada, sino que también las aceras son víctimas del paso del tiempo y de las inclemencias meteorológicas. En numerosos puntos de la ciudad los baldosines están sueltos y son causa de numerosos percances. En ocasiones, el agua se cuela por debajo, de manera que los pies inoportunos pueden acabar remojados. Otras veces el percance acaba en tropezón y caída.