Evaristo Padín se dedicó siempre a la construcción, pero como otros empresarios del sector, se animó hace diez años a la promoción inmobiliaria porque corrían buenos tiempos y era una manera de sacar al mercado no solo los inmuebles propios, sino también otros para los que había demanda. Así nació la inmobiliaria Tellanova, que llegó a tener tres locales abiertos, uno en Cambados y dos en Vilagarcía. Les iba bien, y aunque él seguía con la construcción, su mujer y sus hijos se encargaban de la inmobiliaria, en la que incluso llegaron a emplear a tres personas más.
Pero ya antes de que estallase la burbuja se empezaron a complicar las cosas para el sector. «Os bancos empezaron a vender pisos e a facernos a competencia, e así nos sacaban os clientes». Por eso, poco a poco, Tellanova fue menguando, tuvo que prescindir de los empleados y se quedaron solo la mujer de Evaristo y los hijos.
Luego llegó la crisis, y ya ni vendían pisos los bancos. Tampoco ellos, y los alquileres iban por el mismo camino. «Houbo que pechar», reconoce el empresario. Él siguió con la construcción, donde a trancas y barrancas, capea el temporal. Sus hijos se buscaron la vida con otros trabajos y abriendo sus propios negocios y su mujer se tuvo que quedar en casa.
Pero esta no es solo la historia de Evaristo Padín. Es la de la mayoría de las inmobiliarias que hace unos años afloraban por Vilagarcía. Llegó a haber hasta veinte en el centro de la ciudad; algunas, con delegaciones en varias localidades de la comarca. Pero casi todas cerraron en los últimos cuatro años. «Como eu, pechou a maioría, só quedan dúas, e tampouco teñen as cousas fáciles», admite el empresario.
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«Os bancos empezaron a vender pisos e a facernos a competencia»