Las lecciones perdidas

Josep Figueras

FIRMAS

11 nov 2012 . Actualizado a las 06:55 h.

El 13 de noviembre del 2002 estaba haciendo el Camino de Santiago. Había salido de Cataluña, llevaba muchos días andando, y en aquel momento estaba haciendo el tramo de Lugo a Sobrado. Entré en un bar, y por la televisión me llegaron las primeras noticias de un petrolero que se hundía. Dile instinto, dile como quieras, lo cierto es que cambié mi rumbo y me dirigí hacia A Coruña. Y desde allí empecé a bajar. Y llegué a Muxía. Allí me encontré todo un pueblo lleno de petróleo. Allí se me grabó la imagen de unos pocos vecinos, vestidos con ropas de agua -verdes, rojas y azules- manchadas de negro: el negro del chapapote que estaban sacando con sus propias manos. La imagen era surrealista, todo lo que ocurría era extraño. No tardé mucho en ponerme un mono naranja que me dieron en Protección Civil y en empezar a trabajar yo también. Luego, a medida que pasaban los días, iban llegando voluntarios, más y más voluntarios. Fueron jornadas de trabajo sin descanso, limpiando chapapote, repartiendo herramientas, repartiendo bocadillos... Siempre sobraban cosas que hacer. Hasta que llegó el día de la manifestación de Nunca Máis en Santiago. Decidí ir. Y cuando estaba en el autobús pensé: Voy a llegar antes a Santiago como voluntario que como peregrino. Luego, más días de trabajo, de impotencia y de mentiras. Estuve en Galicia seis meses. Conocí a gente brava y luchadora. También vi cosas que no me gustaron, como que de aquella tragedia no haya salido nada bueno.