A Manuel Fraga le gustaba el albariño. Le gustaba también acudir a Cambados cada primer domingo de agosto y cumplir con su responsabilidad como Gran Mestre del Capítulo Serenísimo, nombrando damas y cabaleiros de una orden que ayudó a alumbrar. De hecho, este ritual le gustaba tanto, recordó ayer Núñez Feijoo, que llegó a acudir a Fefiñáns en silla de ruedas, empujado por ese afán de superación que, según el presidente de la Xunta, acompañó al León de Vilalba durante toda su vida. Aunque ha dejado de rugir, la figura de Don Manuel planeó ayer sobre Cambados y estuvo presente en todos los actos de su fiesta predilecta. En el patio de Fefiñáns, el alcalde cambadés Luis Aragunde lo señaló como un «cambadés de corazón» merecedor de «un recordo permanente en Cambados»: una estatua de dos metros de alto y 600 kilos en la que Don Manuel aparece ataviado con la capa del albariño, copa en alto y gesto sonriente. «Os pobos que non recoñecen o labor dos seus antergos teñen o futuro perdido», dijo el alcalde, lanzando sus palabras contra quienes han mostrado su rotunda oposición a la escultura de Fraga. Esta, objeto de permanente polémica, fue inaugurada en un visto y no visto poco después, en el jardín de Torrado, el lugar elegido para la comida oficial de la fiesta y uno de los últimos «regalos» que Don Manuel hizo a Cambados. Es probable que la imagen pase pronto a un lugar más protegido. Para evitar problemas.