Las manos, las que más sufren

Bea Costa
BEA COSTa VILAGARCÍA / LA VOZ

FIRMAS

Navalleiros, bateeiros, marineros y redeiras relatan cómo les afecta y cómo combaten el frío

04 feb 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

«Ti sácame o vento que eu sácoche o frío». Este dicho de la jerga marinera plasma perfectamente cuál es la máxima en el mar cuando la temperatura se desploma: resguardarse del viento. El problema es que no siempre es posible. A las 12.30 horas de ayer empezó a soplar del Este en el muelle de Tragove (Cambados) y las redeiras que a esa hora aún no se habían puesto el chaquetón tuvieron que echar mano de él para aguantar hasta acabar la jornada. Lo que ya tenían bien calzado Isabel y Pepita desde las nueve de la mañana era el pañuelo en la cabeza. Una con el gorro por debajo, otra con el gorro por arriba, pero el pañuelo «é o mellor», porque no vuela y tapa las orejas.

El jueves pudieron trabajar a cubierto pero ayer la nave de las redes estaba a tope y tuvieron que salir a la intemperie. Sentarse sobre el cemento con este frío, aunque lleves ropa de aguas, sigue siendo muy duro. Pero todo es susceptible de empeorar. Peor lo tienen los bateeiros y los mariscadores, que a las 8 de la mañana ya están a bordo y sin un rayo de sol que les caliente. La única receta en estos casos es abrigarse: ropa de algodón y bien tapados el pecho y la cabeza. Con guantes se trabaja mal, de modo las manos son siempre la parte del cuerpo que más sufre. José Ramón, Manuel y Carlos son tres jóvenes tripulantes de un barco de cerco que al mediodía recogían los aparejos en Tragove. Ayer pudieron dormir bajo techo porque a las diez de la noche ya habían arribado a puerto pero otros días trabajan de madrugada y entonces no queda otra que apretar los dientes. «O peor é o primeiro lance, porque o corpo aínda está frío», explica Mon, que estos días se pone encima tres jerséis. A mediodía y con el esfuerzo de tirar por las redes cambia la cosa, hasta el punto de que Carlos, el peruano, luce manga corta.

«O mellor, bater as mans»

«E que traballando non te enteras. Corres o frío». La frase es de Costa que, aunque jubilado, sigue frecuentando el muelle. «O mellor para entrar en calor é bater as mans. Agora hai boa roupa pero cando eu empecei ir ao mar con 8 anos levaba pantalón corto e zocos. ¿Quen tiña cartos para comprar roupa? O que había era lona con aceite e na cabeza poñías un calcetín ao revés», recuerda. Las condiciones de trabajo han mejorado mucho pero un febrero con cero grados en la ría sigue pelando, antes y ahora.

Las que se están librando de estos rigores son las mariscadoras que no están yendo a trabajar por falta de marea. Y si la hubiera, más de una se pensaría si bajar a la playa «porque co frío que vai e co pouco prezo que ten a ameixa, non vale a pena». Los rañeiros sí están saliendo a faenar, pero menos que hace unas semanas, y lo mismo ocurre con los navalleiros. De los veinte que llegan a bajar a los fondos en A Illa durante el verano, en invierno solo lo hacen diez y ayer solo se sumergieron cuatro. Se visten el traje de 9 milímetros -el gordo-, los escarpines y dos pares de guantes, pero se mojan igual. Trabajan con trajes húmedos, esto es, porosos, pero no se enfrían tanto gracias a un gel que se aplican antes de ponérselos. El problema es salir a la superficie porque hace más frío fuera que dentro, pero no queda otra. La única lectura positiva que se puede hacer de la ola polar es que, como hay menos marisco, ha subido un poco el precio. Con menos mariscadores en el mar y menos peces que llegan a la red, las lonjas están más vacías de lo habitual, algo, por otra parte, normal en estas fechas. Como normal es que baje la actividad en la fábrica de hielo de Tragove. A los barcos no les hace falta tanto hielo porque la temperatura ambiente ya es nevera suficiente. Así que se ahorran unos euros -5 céntimos el kilo-, que siempre es de agradecer.

Los rigores del invierno en el mar y en los muelles

Los navalleiros trabajaban ayer al lado del puente de A Illa. Salieron cuatro, cuando lo normal en estas fechas es que sean una decena, pero es que el frío echa atrás a más de uno, sobre todo a los delgados, porque son los que menos aguantan. Permanecen una media de cuatro horas en el agua y realizan unas 150 bajadas, a razón de 50 segundos cada una, a pulmón. Los dedos le llegan a quedar sin tiento a pesar de llevar dos pares de guantes, hasta el punto de no poder coger las navajas. «O outro día, ao saír, non podía nin encender o coche», relata Daniel Otero «O Perelluco». Los cuerpos entran en calor después de una ducha caliente y una comida, «pero pola tarde vólveche o frío ao corpo, aínda que te abrigues».