Durante sus tardes de calceta en los bares, estas amigas comparten también charla, confidencias y alguna que otra idea descabellada (o quizás no). En uno de esos ratos se les ocurrió que podrían tejer la bufanda más larga del mundo, aunque la idea no les convence mucho, porque ya lo han hecho unas chicas canadienses.
Así que, dando vueltas a la cabeza, se les ocurrió una alternativa sin duda más original: tejer unos guantes para las manos de la rotonda de Larsa. «Surgió cuando hace meses me compré un ovillo industrial en el mercadillo por cinco euros y pensamos qué podríamos hacer con él», explica María.
Por el momento es solo una idea, pero quién sabe, quizás algún día se animen. «Las de Barcelona -en la ciudad condal hay un grupo de veinte chicas que también calcetan- hicieron fundas a los pivotes de las calles», así que por qué no unos guantes para proteger a las manos de las heladas.
Pero esas tardes de calceta también han despertado la curiosidad de las personas que las ven sentadas en un café haciendo algo tan poco habitual como calcetar. «Al principio te miran raro, pero después es de lo más normal, y la gente te acaba saludando». Sobre todo las personas mayores, a las que «les parece bonito» que gente tan joven tenga esa afición por las labores.
En todo caso, cada vez se sienten menos bichos raros , porque cada vez son más. Y no solo en Internet. «Algunas veces voy a Santiago en el tren y me encuentro a algunha chica tejiendo. Siempre me dan ganas de hablar con ella».