La enemistad de Justo Taladrid con el alcalde de Viveiro, Santiago Seijo

MARTÍN FERNÁNDEZ

A MARIÑA

fotos: lander y vida gallega

El fundador de Vivero y su Comarca se apartó de la vida pública por el «injusto trato» del pueblo y el Concello

26 mar 2017 . Actualizado a las 11:18 h.

En 1935, Justo Taladrid Catá, fundador y presidente de Vivero y su Comarca -la sociedad emigrante de La Habana que creó numerosas escuelas en el distrito- se apartó de la vida pública desencantado por el injusto trato que, a su juicio, le deparaban el pueblo y el Concello de Viveiro.

Para defenderse de las críticas recibidas por su papel como diputado provincial en la Dictadura de Primo de Rivera y de los ataques por su gestión como delegado de la sociedad habanera, escribió el libro Verdades como puños y consideraciones en el que justifica sus desvelos en pro de Viveiro y, de paso, ajusta cuentas con sectores y personas...

Uno de los capítulos más ilustrativos en ese sentido es el titulado «Mis relaciones con el Ayuntamiento» en el que manifiesta una declarada enemistad con el alcalde José Santiago Seijo. La sección permite conocer cómo funcionaban entonces la política, las instituciones y la vida social viveirense.

Santiago era abogado y fue alcalde de Viveiro por primera vez en 1913 con Alfonso XIII. Al año siguiente fue detenido y procesado. Luego fue secretario municipal y de nuevo alcalde en 1930 con la Dictadura y de 1934 a 1936, en la 2ª República, con el Partido Republicano Independiente.

En marzo del 36 le sucedió Balbino Cerdeiras, del Partido Galeguista, un retornado de Cuba que, tras el golpe de Franco, fue fusilado en Lugo en mayo de 1937. Santiago también fue detenido en agosto pero su caso se sobreseyó y quedó libre en diciembre.

Coces por servicios

Taladrid dice de Santiago que «fui de los que más coces recibí de él, sin duda en pago de mis buenos servicios». Y recuerda que, cuando lo detuvieron, fue de los pocos que creyó injusta la marginación que le dispensaba la gente, por lo que «le miré con benevolencia, le demostré mi interés y le aconsejé con sincero afecto».

En sus memorias, relata que el delegado de la Dictadura, Joaquín Otero Ferrer, le pidió tres nombres para nombrar un alcalde y una corporación «recta y solvente». Le dio los de Jesús Franco, Manuel F. López Villar y Demófilo Melón. Fue nombrado el primero, que aceptó a condición de que fuese expulsado el secretario Santiago «por no ser digno del puesto y no merecer ninguna confianza por ser un indeseable».

Taladrid evoca también que, cuando Santiago fue detenido y encarcelado en Lugo por su gestión, él mismo intercedió ante el coronel Tovalina, gobernador militar, amigo suyo desde la Guerra de Cuba, para que lo dejara en libertad, como así hizo. Entonces, dice, «Santiago, muy agradecido, me decía que deseaba tener una ocasión para demostrarme su gratitud por mis gestiones y consejos».

Pero, a continuación, señala con amargura que «pronto me convencí de lo inútiles que habían sido estos y que más fácil hubiera sido hacer del rabo de un burro una flauta, que de él un hombre que los aprovechase y usase»…

Abusos, reproches, venganzas y una seria amenaza

Taladrid entendía que el alcalde tenía deudas con él. Y como no se las pagó, en la medida que él quería, relató en sus memorias los agravios sufridos.

El primero fue en 1934 cuando el concello valoró su casa de Magazos en 58.579 pesetas. Eso suponía un impuesto de inquilinato de 1.000 pesetas y el pago de un recibo anual de 128. Taladrid recurrió pero el secretario, Pernas Peón, no admitió su escrito: «A ese señor, la Corporación acordó no acceder a nada de lo que pida», le dijo el alcalde.

El indiano envió al notario, García Varela, a levantar acta. Pero ni así. Pernas alegó no conocer la firma de Taladrid y éste, en sus memorias, lo despreció del siguiente modo: «Así lo dijo, después de que si es secretario del ayuntamiento, es por mí, exclusivamente». Y recordó que el Ministro de Hacienda explicara al edil López Pardo que no era obligado cobrar el inquilinato «por no tener Vivero núcleos de más de 5.000 habitantes».

Para Taladrid, la decisión del alcalde de cobrarle respondía a dos razones: «Porque necesita recaudar dinero para sostén de sus familiares que viven por él enchufados en el ayuntamiento», y porque se vengaba de que él -como delegado de Vivero y su Comarca- no hubiese aceptado el precio de un solar de Rivera Paz -«buen amigo de Santiago»- para edificar el Grupo Escolar y dejase así sin efecto el aporte de los emigrantes para adquirirlo.

«Una ruin venganza»

Según él, el alcalde «llevó su ruin venganza cobarde» a rebajar la renta a unas sobrinas suyas, dueñas de la casa y terrenos de la Granja de Galdo. El concello pagaba 450 pesetas al año por «un campo muy grande, con carretera, casa y locales para parada de sementales» mientras Ortigueira, por un terreno peor y sin servicios, abonaba 1.000…

Todo eso lo llevó a concluir sus reproches con una advertencia, casi una amenaza: «No hay deuda que no se pague ni plazo que no se cumpla. Espero que no tarde en vencerse el plazo del pago de la deuda que conmigo y con el pueblo tiene contraída ese «admirable sujeto». Así estaban las cosas en Viveiro un año antes de la Guerra Civil...

Gestiones para que liberasen a un familiar preso en La Habana por dólares falsos

En sus memorias, Taladrid hace un reproche más al alcalde Santiago Seijo. Escribe que, cuando estaba en Cuba en 1929, recibió una carta de él en la que le pedía que hiciese lo posible por sacar de la cárcel a un familiar suyo que había sido condenado a 17 años de presidio por haberle encontrado la policía en sus bolsillos dólares falsos.

En aquellos años, Estados Unidos tenía mando en plaza en la República de Cuba y exigía a ésta un fuerte castigo para quién falsificase moneda o para quién le fuese intervenida…

El caso es que Taladrid se puso en contacto con su amigo, el ribadense Balbino González Pasarón _primo de González Lanuza, un famoso abogado y senador de los primeros años de la República, también oriundo de Ribadeo_ que por entonces era presidente de la Audiencia de La Habana. Y éste, en vista de que la sentencia era firme, le recomendó que el viveirense preso observase buena conducta pues ya se encargaría él de irle otorgando, con generosidad, indultos…

El caso concluyó cuatro años después en Viveiro cuando, según el fundador de Vivero y su Comarca, “vino a verme un joven que, al encontrarse conmigo, se echó a mis brazos dándome miles de gracias por haber trabajado por su libertad. Era ese familiar que Santiago tanto me había recomendado”, dice Taladrid.

Para dar cuenta de sus desvelos y prueba de sus gestiones, en su escrito revela también que recibió una carta del presidente de la Audiencia de La Habana “diciéndome lo grato que le había sido servirme”. Pero ni así recibiría el presidente y fundador de la sociedad emigrante el pago que de José Santiago creía merecer…