Carmen Arredondas, Abuela Campesina de Asturias

ANA LOBETO ÁLVAREZ

A MARIÑA

CEDIDA

Semblanza de una vecina de Taramundi galardonada por la Asociación de Mujeres Campesinas de Asturias

14 oct 2016 . Actualizado a las 14:03 h.

Carmen Arredondas Álvarez nació en As Tingas (Taramundi), en 1930. Risueña y tranquila, nombra a Juan y Pilar, sus padres y a Manuel y Amadeo, sus hermanos, y confiesa que tiene pocos recuerdos de los juegos y diversiones de la infancia. Como mucho, xugar a la patefa, pues carretar el agua, cuidar a los animales o calcetar los escarpinos eran los «juegos» que los niños del occidente rural asturiano disfrutaban cada día. Si tiene que seleccionar un recuerdo, piensa en su abuela y madrina, a la que cuando estaba enferma, iba a correr las moscas. Cuando nombra a su abuelo, sonríe y le define como un hombre muy religioso y cariñoso.

Durante el poco tiempo que fue a la escuela, que estaba en Ouria, debía recorrer los 3 km diarios de ida y vuelta. Un bocadillo con 1 ó 2 onzas de chocolate la entretenía al mediodía, mientras esperaba en la plaza de la iglesia a que comenzaran las clases de la tarde. Manolo, el maestro, les enseñaba a leer y a contar y ella aprendía y soñaba que más allá había un mundo que le gustaría conocer.

Siete casas había en el pueblo y en todas ellas la figura principal era la del padre, cuya palabra era ley y de cuyo carácter dependía el ambiente y la tranquilidad que hubiera en el hogar. Carmen trabajaba, cuidaba a sus hermanos y aprendía a tejer, pero el trabajo de la lana era muy lento para una niña inquieta y, al hacerse una chavalina, empezó a coser con su prima. Cuando supo coser y necesitó una máquina para mejorar, debió abandonar la costura pues su familia no podía permitirse ese lujo.

Salir, si nos dexaran, ésa es la respuesta de Carmen cuando le preguntamos qué hacía en su juventud, además de trabajar. La fiesta del pueblo, la de Ouria y el Corpus eran los grandes acontecimientos del año para una moza de Taramundi en los años cuarenta, que vestida con ropas sencillas, debía llegar a casa de día.

Se enamoró de Miguel, labrador de Leiras y el más pequeño de doce hermanos. La tradición del mayorazgo en la zona no auguraba un futuro muy fácil, pero Carmen sintió que iba a ser un buen compañero y padre de familia y, tras seis meses de noviazgo, se casaron en una ceremonia sencilla, en Ouria. El festejo consistió en una comida al mediodía en la casa de la novia y por la noche cena en la del novio, a dónde subieron en caballo, portando como única posesión un sencillo ajuar con una colcha tejida por su abuela, en la que las palabras “para Carmen”, aparecían bordadas junto a la figura de la Virgen.

El domingo a misa

El domingo a misa y el lunes a labrar: así comenzó Carmen, con 18 años, su nueva vida de casada, que transcurriría en su mayor parte en la casa familiar de Ouria, en la que Carmen y Miguel permanecieron y dónde no solo atendieron a la madre de Miguel en su vejez, sino que criaron a sus cuatro hijos: Pilar, Elita, Manuel y Angelines.

Al recordar su vida, va dando muestras de su carácter. Carmen cuenta que lo importante en ese momento era estar en casa y tener los trabajos organizados, para que todo siguiera un orden, los animales y las huertas estuvieran atendidos y los hijos pudieran crecer con las necesidades cubiertas. No había excedentes para caprichos o pequeños lujos y la vida era rutinaria y difícil. Hasta que no consiguieron vender unos litros de leche diarios y así conseguir unas pesetas extras, pocas posibilidades hubo.

Sin embargo, Carmen se muestra satisfecha pues se esforzaron por dar a sus hijos más de lo que ellos habían recibido. Miguel, además, era un padre liberal, cariñoso y bromista, la pareja perfecta para el carácter organizado y administrador que tenía Carmen, quien, cuando su marido tardaba en llegar a casa procedente de una feria, esperaba hilando, pensando en como mejorar y avanzar hacia el futuro.

Así fueron pasando los años de la juventud a la madurez. Los hijos fueron creciendo y cuando llegó el momento de que crearan su propia familia, Carmen sintió nostalgia y el peso de una casa cada vez más grande. Miguel tenía 65 años, enfermó y decidió que había llegado el momento de descansar. Carmen había cumplido 55 y aceptó que la soledad del pueblo, no era la mejor compañera para una pareja en la que el marido se estaba haciendo mayor. Compraron casa en Taramundi y aprovechó su carácter austero y organizado para cumplir con los gastos y sobre todo, atender a su marido y cuidarle hasta el final.

Nueve nietos y once bisnietos

Carmen supo arrinconar sus deseos e ilusiones propias de forma natural, con la resignación propia de las pragmáticas mujeres del campo. Una de esas ilusiones, tan sencilla como comprar una blusa blanca combinada con una falda negra, la consiguió de mayor, al igual que el reloj de pulsera que le regaló su marido, eligiendo, de entre los que más gustaban, el más caro de la joyería. Su mayor ilusión, hoy, es reunir a toda la familia unida en la amplia mesa de comedor de su espaciosa y confortable casa, dónde además de sus cuatro hijos, sus nueve nietos y once bisnietos son siempre esperados con todo el amor y el calor propios de una Abuela Campesina.

Además del acto de Taramundi el 23, Día de las Mujeres Rurales en Barres

El acto «Homenaje a la abuela campesina» de Taramundi tendrá lugar el próximo domingo, día 23 de octubre, en el polideportivo del municipio a partir de las 13.00 horas. Pero también habrá otros vinculados a las mujeres rurales este fin de semana en el Occidente astur. Concretamente será la localidad castropolense de Barres la que se sumará mañana, sábado 15, al día internacional. A partir de las 12.00 horas en el polideportivo tendrá lugar una jornada conmemorativa «que arrancará ?explican? con la inauguración oficial institucional y en la que se contará con la presencia de mujeres emprendedoras del mundo rural, quienes narrarán sus propias experiencias». Uno de los momentos previstos en la agenda de actos de esperada carga emotiva será cuando mujeres mayores de 65 años de edad y naturales de Barres reciban un cálido y particular homenaje por parte de sus vecinos. Será el paso previo a una comida de confraternidad.

Para poder acudir a dicho almuerzo, la organización ya ha comenzado a entregar vales. El coste del plato es de 15 euros. Pueden realizarse las reservas en el propio Ayuntamiento de Castropol pero también en el mismo polideportivo de Barres.