Vicente Oroza, emigrante de Burela asesinado en 1972 por los tupamaros en Montevideo

MARTÍN FERNÁNDEZ

A MARIÑA

fotos archivo martín fernández

Ocurrió en la fría y lluviosa madrugada del 28 de junio de hace 44 años, cuando conducía un bus de Cutcsa

28 ago 2016 . Actualizado a las 08:42 h.

«Sólo la lanza que provocó tu herida podrá curarte» dice Parsifal en la genial ópera de Wagner. Pero la que hirió a la familia de Vicente Oroza García, emigrante de Burela asesinado en el Uruguay por los tupamaros, ahora está en el Gobierno y nada quiere saber de aquel crimen, de aquella ignominia.

La historia sucedió 44 años atrás. En la fría y lluviosa madrugada del 28 de junio de 1972. Oroza conducía el autobús 188 de la Compañía Uruguaya de Transportes Colectivos (CUTCSA) _fundada por el coruñés José Añón_ que cubría el recorrido 125 Cerro-Aduana. Eran las seis y solo viajaban él y el cobrador. Oroza era un tipo querido, trabajador ejemplar, honrado a carta cabal y loco por su esposa, la burelesa Elsa Mariño, y sus dos hijos, Jaime Emilio y Gabriel. Marchara al Uruguay en 1952 y, como todo emigrante, iba de su corazón a sus asuntos: de su familia, amigos y Galicia?.a andar derecho y trabajar. La vida era eso. No más. Nada más.

Aquella noche detuvo la marcha del autocar fuera de la parada habitual para que subieran dos jóvenes a los que vio venir corriendo bajo un aguacero invernal. Pensó que corrían para no perder el autobús. Además, a uno lo conocía pues vivía a cuadra y media de su casa del barrio de La Teja, sobre la bahía del Plata.

Era su vecino

Así que les abrió la puerta, subieron, se sentaron juntos al final del coche y así viajaron un buen rato. Pero al llegar al puente del Arroyo Pantanoso que separa Montevideo del Cerro _un barrio marginal y peligroso_ la policía militar, que realizaba un control, dio el alto al ómnibus.

Un milico subió al bus y, de inmediato, fue baleado por uno de los muchachos que Oroza acababa de recoger. Se desató un intenso tiroteo. El burelés se agachó para cubrirse y ayudar al militar herido. Y entonces, el otro _su vecino de La Teja_ le apuntó a la cabeza y le ordenó que reemprendiera la marcha para darse a la fuga. Era imposible. Lo impedía una barrera y otros turismos detenidos. Así que dijo que abriría la puerta trasera para que pudieran escapar. Así lo hicieron, escaparon. Pero, antes, le metieron tres tiros a Vicente por la espalda.

Los dos asesinos eran un comando tupamaro. Acababan de atentar en el Cerro, en Viacaba, frente al Cine Cosmópolis. El que disparó a Oroza, su vecino, se llamaba Luis Alberto Estradet Cabrera. Y el otro, Antonio Mas Mas. Del primero _tras un tiempo en la cárcel_ nada se sabe. Y el segundo es tratado en algún sector casi como un héroe.

Los Oroza nunca supieron por qué lo hicieron. Nadie les dio una explicación ni una satisfacción convincente. Y todavía hoy el hijo mayor, Jaime Emilio, que entonces tenía 10 años, respira por la herida, se hace preguntas y vierte el dolor y las lágrimas negras de su eterna tristeza por periódicos y medios del paisito, ese que un día fue la Suiza de América.

martinfvizoso@gmail.com

Marchó al Uruguay siguiendo a su mujer, la burelesa Elsa Mariño, que tenía allí a su familia

Vicente Oroza García era el mayor de los tres hijos de Vicente Oroza Vispo _“O señor Vicente de Oroza”_ y de Ludivina García Ron, ambos de Burela. En 1952, con 33 años, emigró a Uruguay. No se acostumbraba a la vida de marinero que, entonces, era el modo habitual de ganarse la vida. Pero tenía, además, otra razón de peso para irse. Se llamaba Elsa Mariño Casas, también era de Burela y emigrara dos años antes con toda su familia. Elsa _que hoy vive en Montevideo_ era hija de los bureleses Matías Mariño Río y de María Casas Abad. De su matrimonio con Vicente tuvo dos hijos: Jaime y Gabriel. Jaime Emilio _que es cristiano, sindicalista y de izquierda moderada_ defiende la memoria de su padre en varios medios. Y eso supone un acicate para recuperar la memoria de todos de cara a la pacífica convivencia y a construir un futuro sin exclusiones ni vetos ni superioridades morales o de otro tipo.

Porque el poder obvia lo que no le conviene, molesta o incomoda. Como el asesinato de Vicente Oroza. El único que lo recordó fue el escritor José D’Elia en Memorias de la esperanza. «Los demás, o lo olvidaron realmente o prefirieron olvidarlo» escribió, con un punto de amargura, su hijo Jaime. Un hijo para quién la ausencia del padre es una constante presencia. En uno de sus escritos lo evocó así: “gallego, marinero, pescador y futbolista en España; omnibusero e hincha del glorioso Club Nacional de Fútbol en Uruguay. Excepcional persona en todos lados, esposo de Elsa, papá de Gabriel y mío. Gracias por estar a mi lado en mis primeros diez años, cuando se construyen los cimientos de la vida».

No eran románticos que luchaban por la democracia

El hijo de Oroza escribe a menudo en medios uruguayos reivindicando a su padre y destacando la injusticia y la barbarie de aquellos años de plomo. Hace poco, pidió a los tupamaros que se arrepientan de lo que hicieron entre 1962 y 1973, asuman sus crímenes y reparen a sus víctimas como hizo el Estado con los damnificados por el Terrorismo de Estado que siguió al terror tupamaro.

Los tupas nacieron en 1962. No eran románticos que luchaban por la libertad y la democracia sino que lo hacían contra ésta. Uruguay era el país más democrático de América y sus gobiernos lo fueron hasta el año 1973. En esos once años, se financiaron con asaltos a bancos, comercios o casinos de Carrasco y Punta del Este; secuestraron a funcionarios y particulares; organizaron fugas de presos; y mataron a inocentes.

En 1971 ganó las elecciones el Partido Colorado con el 41 % de los votos. Y Bordaberry, sustituto de Pacheco Areco, persiguió a los tupas. Pero a los militares les pareció poco y en el año 1973 dieron un golpe de Estado que llevó a la cárcel, al exilio o a la muerte a dirigentes como Sendic, Mújica, Zabalza, Huidobro o también Manera.

Democracia

En 1985 volvió la democracia y, con ella, los viejos tupas a las instituciones, ahora legitimados _y enaltecidos_ por su persecución por los militares entre 1973 y 1985.

En 2004 fueron ministros Mújica y Bonomi y en 2009 llegó a la presidencia Tabaré y luego Mújica, El Pepe. De lo hecho entre 1962 y 1973 _que, en cierto modo, originó la dictadura_ no se volvió a hablar. Los robos, las muertes, fueron “accidentes”, cosas que pasan, sabe Dios?

Una lectora de Oroza Mariño escribió en Patria: “¿Por qué los jóvenes saben de las injusticias de los militares y no saben las de los tupamaros? ¿Por qué si los militares mataron son unos asesinos hijos de puta y si los delincuentes tupamaros lo hicieron son héroes revolucionarios?”.

La respuesta, como diría Dylan, está en el viento. Cela, en cambio, respondería que hay verdades que se sienten en el cuerpo, como el hambre o las ganas de orinar.