Mariñanos en las tabaquerías de Tampa

MARTÍN FERNÁNDEZ

A MARIÑA

Cientos de emigrantes trabajaron en las 200 fábricas de la ciudad, donde hoy perviven apellidos como Yáñez, Docobo, Otero, Rañón, Moreda o Vázquez

21 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La noticia de que el emigrante ribadense Ángel Rañón protagoniza la película A legacy of smoke (Un legado de humo), que revive la presencia de gallegos y asturianos en las compañías tabaqueras de Tampa (Estados Unidos), hizo que, en algunos hogares de A Mariña, todo el pasado volviese como una ola. Porque fueron muchos los mariñanos favorecidos por ayudas de ropa, medicinas o enseres enviados, en la posguerra, desde esa ciudad, para paliar las miserias y carencias de aquel tiempo triste y gris.

Rañón falleció a los 95 años el pasado 18 de julio de 2015 -un año después de rodar la película- pero vivió 84 en Tampa. Y eso lo convirtió en testigo vivo, excepcional, de la historia de una ciudad que creció con él. De una historia que también es la de su familia.

A finales del siglo XIX y principios del XX fueron miles los emigrantes que se marcharon de Cuba debido a las tensiones y conflictividad derivadas de los anhelos secesionistas cubanos y de la represión española. El conflicto comenzó con la Guerra de los Diez Años en 1868 y culminó en 1898 con la independencia de Cuba.

En ese período, empresarios del tabaco como el valenciano Martínez Ibor, fabricante de los puros Príncipe de Gales, el cántabro Ignacio Haya o los asturianos Sánchez y Enrique Pendas trasladaron sus fábricas a Tampa.

El primero en llegar fue Martínez Ibor en 1886. Tampa tenía entonces 700 habitantes. Hoy se acerca a los 500.000 pero ya contaba con 15.000 cuando Cuba se independizó y con 60.000 en los años treinta. El tabaquero valenciano trazó una ciudad cuadriculada, como un Nueva York en miniatura, y creó un barrio, Ybor City, en el que levantó una gran fábrica y construyó numerosas casas para sus trabajadores.

Desde 1886 hasta 1940, en el barrio -hoy catalogado Patrimonio Histórico de los Estados Unidos por su singularidad arquitectónica- tuvo lugar la mayor producción de habanos del mundo en las 200 tabaquerías con que llegó a contar. Y eso convirtió a Tampa en Capital Mundial del Tabaco y en una de las zonas más importantes y dinámicas del sureste de Estados Unidos.

Domingo Rañón, el padre de Ángel, llegó a Tampa en 1921 desde Cuba, adonde había emigrado años antes. Su esposa, Ramona Fernández, vivía en A Devesa con dos hijos, Juan y Ángel. En 1928, él regresó a España para ver morir a su padre, tuvo otro hijo, José, y volvió a la ciudad de Florida donde, al fin, en 1931 logró reunir a toda su familia.

Informe y poderío

En esos años, un informe del gobierno americano describe así la contribución de los españoles a su desarrollo: «La industria del tabaco está casi toda en manos de españoles; sus instituciones no tienen igual en el país; sus hoteles, restaurantes, cafés y comercio en general nada envidian a los mejor establecidos; y los trabajadores son un ejemplo de laboriosidad y corrección, a lo que se une un previsor espíritu de economía? 2.

El Centro Español de Tampa, entonces, tenía 2.357 socios y los gallegos y asturianos eran abrumadora mayoría. Con la particularidad, en el caso gallego, de que sus emigrantes procedían en un 45% de A Coruña, un 43% de Lugo y el resto de Pontevedra y Ourense. Los de A Coruña procedían de Ortigueira, Ferrol y Mugardos en la costa, y de Brión, A Baña y Negreira, en el interior. Mientras que los de Lugo eran exclusivamente de Viveiro, Foz, Barreiros, Ribadeo, Lourenzá y A Pontenova.

En ese clima de cohesión social y prosperidad, Ángel Rañón se educó en la escuela pública tampeña y trabajó en la empresa constructora de su familia, Rañón y Jiménez, de la que fue gerente. Fue muy activo en la comunidad, socio del Centro Español durante 75 años y, como buen masón, no hubo iniciativa social o solidaria en la que no participara. Tenía gran habilidad para la talla de madera y, por ello, colaboró en la rehabilitación de un viejo tranvía puesto en marcha hace poco en Tampa. Orgulloso de su herencia gallega, a su muerte dejó una profunda huella en la comunidad como amigo leal y generoso y como persona humilde, amable y seria.

Se casó con Eusebia, una mujer también de A Devesa a la que no conoció en Galicia y sí en Nueva York. Tuvo cuatro hijos, John, María, Alicia y Carlos y aún vive su hermano Juan y sus muchos nietos, sobrinos y primos tanto en Tampa como en A Devesa.

Rañón disfrutó del esplendor de Tampa y de la hora alta de los emigrantes gallegos. Contempló la lenta decadencia del sector del tabaco y la dispersión de la colonia por la movilidad social. Y vio, no sin amargura, la construcción, en los años 60, de una carretera nacional a través del corazón de lo fue Ybor City? Tuvo siempre presente el horizonte sentimental de A Devesa y Ribadeo. Y su historia fue la de Tampa, la de los miles de gallegos y asturianos. Un legado de humo?

La colonia y los 23 suscriptores del periódico «El eco de San Miguel»

Según el Balance de Pagos Internacionales del Banco de España, las remesas enviadas por los emigrantes en 1932 fueron las siguientes: Argentina, 195 millones de pesetas, Cuba 85, Estados Unidos 50, México 25, Repúblicas de América del Sur 30 y otros (Puerto Rico, Guinea, etc.) 90 millones.

Los datos muestran que la solidaridad -consustancial a la emigración gallega- fue notable en Estados Unidos pues la colonia se reducía prácticamente a Tampa. Aumentó mucho en la Guerra pues la ciudad fue antifranquista y su contribución al Socorro Rojo, a la Brigada Lincoln y a la República, muy importante. En posguerra, los emigrantes donaron 1.000 dólares para un sanatorio antituberculoso en Cesuras (A Coruña) y remitieron mucha ayuda a sus familias.

De la colonia de A Mariña destacaron, entre otros, Pedro Vázquez y Leoncio Pérez (de Rinlo), Ramón Docobo (médico devesano que, antes de en Tampa, ejerció en Ribadeo), Antonio Rico y Ramón Rodríguez (de San Miguel), Antonio Otero (de Benquerencia), José Mª Villalonga, de A Pontenova (gerente de Partagás), el matrimonio Yáñez Novo, de Cangas, y los barreirenses Bernardo Fernández y Domingo Dorado.

En Tampa, los emigrantes montaron una modélica red asistencial, de instrucción y ocio a través del Centro Español -con sanatorio, instalaciones varias, colegios, cementerio, etc.- y de instituciones como Acción Gallega o la Sociedad de Beneficencia. Tenían también delegaciones de sociedades como Unión Rinlega, Círculo Habanero de A Devesa o Hijos de San Miguel y Reinante. El periódico editado por esta última en Galicia, mediante su escuela habanera, El Eco de San Miguel, tenía en Tampa 23 suscriptores en 1919. Hoy, el Centro Asturiano es un poder en la ciudad por sus instalaciones, servicios y socios. Y abundan apellidos tan mariñanos como Rego, Docobo, Salgado, Yáñez, Otero, Moreda, Maseda, López, Novo, Vázquez, Pérez, Rañón, Rico, Fernández?

Cadena migratoria y apoyo a un represaliado

La concentración de la emigración a Tampa en determinadas parroquias y concellos tiene buen ejemplo en Cangas de Foz. El matrimonio formado por Casimiro Yáñez y Teresa Novo originó una importante cadena migratoria a la ciudad. Ella era la quinta hija del primer maestro de la parroquia, Manuel Novo, y él uno de los varios que tuvo un labrador con hacienda y propiedades, Manuel Yáñez, do Pego.

Ella reclamó a los hijos mayor (José) y menor (Gerardo) de su hermana mayor, Placeres, casada en Nois con José Moreda. Y él llevó a sus sobrinos Casimiro y José que era capataz de una fábrica de tabaco y que, después de casarse con una emigrante canguesa en Tampa, Rogelia Fernández, murió acuchillado en una de las muchas huelgas habidas en el sector en los años 20 y 30.

Medalla en San Cibrao

Otro sobrino, Paulino, fue reclamado con 14 años. Pero cuando iba en el barco, el gobierno estadounidense cerró las puertas a la emigración y se tuvo que quedar en Cuba. Allí se empleó en el ferry que hacía el trayecto La Habana-Tampa y, aunque no le permitían quedarse en esta ciudad, sí podía ver y mantener contacto con sus hermanos. Luego tuvo otros trabajos y acumuló un capital con el que abrió pioneros negocios de hostelería, ocio y turismo que aún hoy funcionan, con notable éxito, en San Cibrao y que le valieron la concesión de la Medalla al Mérito del Turismo.

Ese matrimonio, y la cadena migratoria que originó, es también ejemplo de la solidaridad de la colonia tampeña con Galicia y España. Contribuyó a financiar, tras la Guerra, los estudios de Medicina del reputado doctor Manuel Novo González, de Ribadeo, miembro de la familia que pasó por dificultades financieras después de que su padre, José Novo Rico, presidente de la asociación de maestros de Lugo, fuese inhabilitado un tiempo por republicano y «desafecto al Movimiento».