Testimonio de una ribadense en Bruselas

La Voz

A MARIÑA

Carolina, en el parque del Cincuentenario de la ciudad belga.
Carolina, en el parque del Cincuentenario de la ciudad belga.

Carolina Martínez Ares, estudiante Erasmus de 20 años, en la capital europea

25 nov 2015 . Actualizado a las 09:51 h.

Cuando llegué a Bruselas de pasar unos días desde España casi todos mis compañeros de la residencia estaban cenando en el comedor común - somos un montón, cuarenta más o menos, casi todos españoles-. Después de los abrazos y los achuchones propios de alguien que llega ?a casa? de nuevo me preguntaron si esa noche salía con ellos.

Era jueves, noche Erasmus, pero con lo cansada que llegaba del viaje dudé. En lo que me preparaba algo de cenar empezaron a decir que la fiesta a la que iban se había cancelado por amenaza de bomba, son fiestas muy grandes organizadas por todas las hermandades de mi universidad, algo muy loco visto desde fuera pero muy divertido desde dentro, así que todos nos quedamos acabando la noche en la residencia, bromeando sobre utilizar como búnker el hueco que tenemos debajo de la escalera.

La alerta cuatro sobre cuatro

En ese momento empezó para mí la alerta cuatro sobre cuatro.

Venía de España como ya dije, de ver en la televisión noticias bastante sensacionalistas y morbosas grabadas en Molenbeek, barrio que mi madre buscaba en Google Maps para ver si quedaba cerca de mi residencia. Y no, está lejos. La situación que describían los medios españoles me parecía desmesurada conociendo la calma con la que la gente vive en esta ciudad, pero al no estar in situ no la pude juzgar. Una vez llegué a «La Capital de Europa» fue cuando vi que de verdad las informaciones no se estaban dando de manera correcta.

La alerta existe, si, y nunca estás del todo tranquilo sabiendo que entre nosotros vive gente que puede explotar en cualquier momento, pero para nada es la situación caótica y aterradora a lo «Desde Paris con Amor» que se presentaba en mi casa.

Llamadas desde España

El verdadero nerviosismo se forma cuando empieza a llamar gente de España a la hora del telediario preguntando con mucho nerviosismo como siguen las cosas por aquí ?de hecho, la madre de un compañero parecía sonarse los mocos de llorar tras el teléfono. Hay gente que lo lleva mejor, otros peor, hay gente más nerviosa y más confiada, como en todos los grupos, pero la mayoría nos tomamos la situación con humor.

El centro está lleno de militares y fuerzas de seguridad del estado, pero quién dice el centro dice la Grand Place, no se puede generalizar, es como si la Puerta del Sol estuviera cerrada y los titulares dijeran «Madrid está desierta»; no. Bruselas es muy grande y en las zonas sin riesgo (todas menos puntos concretos) la vida se realiza con la misma normalidad de siempre, la gente va al trabajo, a la compra, los despertadores suenan y la gente pide «cinco minutitos más», nada ha cambiado. De hecho algunos amigos y sus familiares se han dedicado a hacer turismo estos días sin ningún problema, otros acuden a su lugar de trabajo sin más complicación que la falta de metro.

Vuelta a las clases

Hoy se retoman las clases, solo podremos acceder al campus con el carné de estudiante, por prevención. Pero más allá de la falta de universidad nuestra vida en Bruselas no se diferencia demasiado de la vida antes del 4/4. Los comercios del barrio siguen abiertos, hay algunas fuerzas de seguridad en los lugares más concurridos como el hipermercado pero por lo demás la calle parece vivir un día normal.

Salimos poco de casa, pero más que nada por la lluvia y las bajas temperaturas, no porque sintamos un pánico claro (de hecho mientras yo escribo esto mis compañeros están tomándose unas cervezas en el bar de al lado). Como ya he dicho la verdadera preocupación la tienen nuestras familias, teniéndonos tan lejos y escuchando noticias aterradoras sobre la situación.

Esta es mi visión, como Erasmus que vive en una zona totalmente tranquila. No puedo hablar por los padres que tienen a los niños en casa ni por la gente que trabaja en el centro de Molenbeek.