Rescatan a un joven de Santiago que cayó por un acantilado en Ribadeo

Inmaculada Eiroá González
I. EIROÁ VIVEIRO / LA VOZ

A MARIÑA

Momento en que los servicios de emergencia preparan al herido para evacuarlo en ambulancia al hospital.
Momento en que los servicios de emergencia preparan al herido para evacuarlo en ambulancia al hospital.

Amplio despliegue para subirlo desde los casi 15 metros de desnivel

28 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Consciente, con una gran brecha en la cara, golpes por todo el cuerpo y mucho dolor en la cadera, el 061 evacuaba ayer al Hospital da Costa al vecino de Santiago M.A.P. M., de 20 años de edad, que se precipitó por un acantilado de unos quince metros de altura en la zona de la derecha de la playa de Os Castros de Ribadeo. Según explicó una de las personas que presenciaron el rescate, se trata de un chico que estaba veraneando en un chalé próximo con unos amigos.

El 112 recibió la voz de alerta al filo de las seis y media de la tarde, poniendo en marcha un amplio operativo de rescate. Al no poder accederse por mar, tuvieron que subir a la víctima por las rocas, buscando una zona de subida lo más propicia posible, por donde treparon. Los bomberos de Barreiros agradecían la ayuda brindada por Protección Civil de Ribadeo, Guardia Civil, socorristas y Policía Local y, sobre todo, la de un bombero y un policía nacional de Madrid que estaban de vacaciones en la zona y ayudaron en las labores de rescate.

Los que conocen el lugar no se explican cómo pudo haber caído al acantilado el joven, ya que en esa zona existe una barandilla y detrás de ella hay todavía un pasillo vegetal de unos dos metros de ancho. Coinciden también en que fue un verdadero milagro que el chico saliera vivo, porque el impacto fue sobre las rocas.

El alcalde de Ribadeo, Fernando Suárez, que acudió al lugar al conocer la noticia, transmitía dos mensajes: valorar el trabajo de los profesionales y de los particulares que colaboraron para sacarlo del lugar e insistir en algo sobre lo que siempre está alertando, la peligrosidad que entrañan los hermosos acantilados de esa zona y el riesgo que supone acercarse al borde, sobre todo en días de viento como el que había ayer.