24 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Galicia con sus más de 1.500 kilómetros de costa, rinde culto a la mar; por la influencia de su paisaje, por el impacto que produce en sus gentes, por la inspiración que supone para artesanos, escritores, pintores, y pensadores; para todos los que se conmueven con la grandiosidad del espectáculo, ora en calma, ora embravecida, siempre despensa a la que acudir, siempre horizonte para perderse, exilarse o extasiarse con la mirada puesta en el infinito, desde dónde se inicia el día o se sumerge la mar en cada ciclo diario.

Este año, una vez más, un intelectual gallego al que recordamos, no pudo pasar por alto la costa, ya fuera la del sur de Galicia, ya fuera la de la ciudad Condal- Barcino- en la que, como tantos gallegos, conoció otra mar. Así le dedica «seis canciones del mar in modo antico». Pero no es el único, ni será el último. Es una tentación irresistible. No se puede ser indiferente ante la mar. Siguen presentes aquellas voces que llamaban a los Argonautas de Jasón.

Comparto la atracción del viajero, que precisa citarse con el riesgo y acude en busca de la Pororoca. Esa ola gigante que se forma al confluir aguas fluviales con la pleamar. Por eso a los niños de aquel hemisferio americano les enseñan lo que sucede cuando El Amazonas o el Orinoco, se encuentran con el Atlántico, en un fenómeno de la naturaleza relacionado con la magia de la Luna.

El hermoso dramatismo de «la novena ola»

Comprendo la necesidad que tuvo el artista plástico Iván Aivazovski para interpretar el hermoso dramatismo de «la novena ola», hasta el punto de considerarse tal obra, presente en el Museo de San Petersburgo, como la pintura más bella de Rusia.

Nuestro inolvidable mindoniense, Álvaro Cunqueiro, hace mistura entre su mundo de fábulas y esa mar del norte o de Foz, que tanto le atraen, cuando escribe su obra «Fábulas y leyendas de la mar». El gran Federico conoce a Salvador Dalí y al mismo tiempo descubre la mar de Cadaqués, de ahí que en su poema Oda a Salvador Dalí, la sensibilidad del poeta se «baña» entre el paisaje y el personaje.