La mezquita de Fazouro se quedó sin imán por la crisis económica

Inmaculada Eiroá González
INMA EIROÁ VIVEIRO / LA VOZ

A MARIÑA

CEDIDA

Marroquíes, paquistaníes, senegaleses e indonesios frecuentan el templo

09 nov 2014 . Actualizado a las 05:03 h.

La crisis también ha golpeado a los inmigrantes, asentados en A Mariña. Así lo indica Omar Choraifi Salmi, miembro de la comunidad marroquí e integrante de la directiva de Asociación Islámica de Fazouro, que según explica, cuenta con unos 150 socios, repartidos por Mondoñedo, Lourenzá, Ribadeo, Viveiro y Foz.

Es en este último municipio, en la parroquia de Fazouro, donde se asienta la única mezquita o lugar de oración para los musulmanes que existe en A Mariña. Hace unos cuantos meses han tenido que prescindir del imán que la atendía, con dedicación exclusiva, por falta de donativos para poder pagarle el salario y los gastos de la Seguridad Social.

Sin embargo, durante los diez años que lleva abierta no solo sigue activa sino que incluso va incorporándose inmigrantes musulmanes de otros países distintos a los de la zona del Magreb, que acuden a rezar los viernes y fines de semana. Según Omar, en esta última etapa la frecuentan una docena de indonesios, cuatro o cinco senegaleses y tres paquistaníes (los que tienen los kebab de Burela y Foz), así como los marroquíes, que es la comunidad más numerosa.

Además, quieren que las nuevas generaciones no pierdan sus raíces. Por ello, en la mezquita de Fazouro, donde ante la ausencia del imán, se encarga de dirigir los rezos Omar u otro de los inmigrantes, están dando ahora clases de árabe y enseñando el Corán. Se encarga de ello una pareja que se ofrecieron voluntarios para enseñar los fines de semana: «Él da a los chicos y su mujer a las mujeres». Los alumnos están separados, abajo están los chicos y en la parte de arriba del edificio, que ha sido acondicionado y está dotado incluso de aseos, se reúnen y reciben clases las mujeres. El objetivo fundamental es que al menos sepan leer y escribir el árabe, señala Omar.

En lo religioso no les plantea grandes problemas carecer de imán. Sus funciones las asume otro miembro de la comunidad y las bodas ya no se hacen en el templo, sino que van al consulado y luego hacen la fiesta. Y el equivalente al bautizo, la fiesta del séptimo día, se hace sacrificando un cordero a la semana del nacimiento, para darle nombre.

Cuenta Choraifi que las canteras y la construcción ocupaban, en A Mariña, al 60% de la población inmigrante magrebí y con el parón de las obras esa gente se quedó en la calle: «Muchos amigos míos se fueron. Está claro que si no hay trabajo la ayuda no dura muchos años y hay que marcharse. Unos se volvieron a Marruecos, otros a otras provincias, a Francia, Bélgica...» Dice que algunos de los que estaban en la construcción se han reconvertido: «Hay muchos marroquíes en los mercados y ahora con la crisis algunos se dieron de alta y les va bien y están aguantando. Otros abandonan. Hacemos lo que podemos. Está claro que si no hay trabajo hay que emigrar; incluso los españoles se están yendo», señala .

Este inmigrante está nacionalizado en España, donde lleva 23 años asentado y donde han nacido sus tres hijos que, puntualiza, «están acostumbrados, este es su país, nacieron aquí, estudiaron aquí y sus amigos son gallegos. Fuimos a Marruecos en Navidad y veremos si en verano volvemos. Allí juegan con sus primos y sus amigos, pero aquí tienen a sus amigos gallegos».

Personalmente se siente afortunado de tener trabajo. Carpintero de profesión, está empleado en una empresa de muebles ubicada en la comarca y anteriormente ya trabajó en otra del mismo sector. Pero también sabe de electricista, fontanero o albañil.