El Mundo Celta sacude Ortigueira

AL SOL

César Toimil

La villa despide este domingo con morriña el festival más populoso en años

16 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La música y, sobre todo, la avalancha de gente sacude Ortigueira desde el jueves. El Mundo Celta rompe por unos días la quietud de la villa. «Dos al año estarían genial», «yo firmo uno así al mes», «es el empujón que necesitamos para resistir el resto del año». Comerciantes y hosteleros opinan, «encantados» del abarrote de esta edición, la número 33: «Ya no nos acordábamos de algo así, son muchos y gastan, vuelve la alegría», «remontamos». La vida te atrapa en cada esquina, en un ir y venir que no cesa entre la acampada de Morouzos, al pie mismo de la playa, y el pueblo.

«Estamos encantados, la gente de aquí hace que te encuentres como en casa. La acampada, la música, el ambiente...». Álvaro, Sandra y Álex se sienten «tan bien tratados» que no quieren regresar a Fuenlabrada. Otras cuatro madrileñas, estudiantes de Arquitectura, Enfermería, ADE y Derecho, portaban ayer a mediodía los bártulos por la avenida que atraviesa Ortigueira, de vuelta ya, tras dos días «de buen rollo, muy guay, hasta los baños están limpios, no como en otros festivales». La comunión de los folkies con el pueblo ortegano, aquel al que escandalizaban en los inicios, en 1978, es total. Los detractores, pocos, al menos los que levantan la voz, lo reducen a «un macrobotellón y las aceras con olor a orines». Pero la mayoría, incluidos quienes no se benefician económicamente del Mundo Celta, ven más ventajas que perjuicios. «Ves otras caras, chavales muy educados, muchos se disfrazan de perroflautas para venir, pero ya quisiera yo que los de corbata se comportaran así», comenta una vecina. «Boas noites festivaleiros», saludó la Escola de Gaitas de Ortigueira, profeta en casa, en el concierto del viernes. Sonaron las gaitas y las panderetas, y también el xilófono, la trompa gallega (Francis), la guitarra (Manel López), el bajo (Xavi Maciñeira) y la magnífica voz de Xiana (Quen puidera namorala). Botó el público, entre ovaciones, con la interpretación de Cova da serpe. Y a cinco jóvenes leoneses se les puso «la piel de gallina con el Fogar de Breogán». Son repetidores del Mundo Celta, como tantos. Las segovianas Isabel, profesora, y Lourdes, empleada de banca, se estrenan, en el festival (cautivadas por el violín del irlandés Paddy Glackin, de Usher’s Island) y en la acampada (sin queja, por el momento).

El tránsito no se detiene y mientras miles de almas se entregan a la música tradicional irlandesa (anoche también ocurrió con las bandas escocesa, japonesa, gallega y asturiana; y la víspera con la bretona), otras tantas bullen por las calles, del Cantón a los jardines del Malecón, con las terrazas llenas y olor a churros, kebab y patatas fritas. Y del pinar y el eucaliptal de Morouzos al arenal (riadas a mediodía) y al entorno urbano, a pie o en autobús, día y noche, sin descanso.

En las farmacias de Ortigueira, lo que más se demanda estos días es Ibuprofeno, tapones para los oídos, Almax, productos para picaduras y ampollas, y «no demasiados» preservativos. En los bares, según la hora, cerveza, copas o café. Por las tardes se ralentiza el tiempo, hasta que las gaitas vuelven a tomar las calles (todo según el programa) y en la acampada se arranca alguien con la guitarra (improvisación). El viernes, el bosque se pobló de versos y este sábado esperaban al joven cantautor Pedro Pastor (hijo de Luis), otro festivalero, que tal vez interpretó La vida plena, contra los prejuicios y el miedo -«se ha quedado una tarde preciosa para pasear por las conciencias»-.