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El final de la «Marela» y la «Gallarda»

Xoán Ramón Alvite Alvite
xoán ramón alvite REDACCIÓN / LA VOZ

AGRICULTURA

MARCOS MÍGUEZ

En Galicia se está perdiendo la costumbre de ponerles nombre a las vacas porque el sector está cada vez más profesionalizado y los animales se identifican con números

26 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Paloma, Marquesa y Lucera van camino de convertirse en números. Apenas se bautizan ya vacas en Galicia, ahora se identifican. La ganadería lechera ha cambiado tanto que hasta resulta extraño ver animales pastando por los prados. La vaca, tal y como está el precio de la leche, ya ni siquiera es el símbolo de la economía humanamente repartida que sentenciaba Castelao.

Para bien o para mal, los ganaderos se han convertido en empresarios. Y las reses, en máquinas de producir. Determinados gestos de romanticismo dejan de tener espacio en un sector tan profesionalizado y competitivo. «Temos un sistema informático que identifica ao animal por un sensor que ten na pata e que permite asocialo co número do crotal que ten na orella. Podemos saber cantos litros de leite dou ou incluso se estivo en celo con só mirar o seu número no ordenador. O do nome, a estas alturas, xa carece de importancia», apunta un granjero de Mazaricos. Es una realidad que se extiende por la práctica totalidad de las ganaderías gallegas más punteras.

Los datos del Control Lechero así lo confirman. De las cien mejores vacas en producción del 2015 (los datos del pasado año aún no están publicados), 74 están identificadas por un número y no por un nombre. Y, de las nominadas, ninguna se llama Pastora, Gallarda o Parrula a secas. Tienen un nombre compuesto que evidencia que hasta la forma de bautizar ha cambiado notablemente.

Tres denominaciones

Las vacas de ahora cuentan nada menos que con tres denominaciones como es el caso de Blanco Asia ET (vaca gran campeona del concurso autonómico celebrado en Silleda hace menos de un mes). O tienen incluso cuatro, como sucede con Rey 547 Sonrisa Sid, reserva gran campeona en ese mismo certamen. En ambos casos el primer nombre es el que identifica la granja de procedencia -Ganadería Blanco y Ganadería Rey, respectivamente-. El siguiente es la denominación del propio animal -Asia y 547 Sonrisa-. Y el último el del semental del que es hija, en un caso es el toro canadiense Sid mientras que en el otro las siglas ET (acrónimo inglés de Embryo Transfer) apuntan a que la res procede de un trasplante de embriones.

ALBERTO LÓPEZ

Bien es cierto que nunca han vivido tan cómodas ni con tantos cuidados como en la actualidad -cow confort es el término anglosajón con el que se designa en el gremio ganadero la disciplina que busca a toda costa el bienestar animal-, pero las vacas van camino de perder parte de esa esencia que atesoraban cuando casi tenían la consideración de animales de compañía, de miembros de la familia. De cuando compartían vivienda con sus dueños e incluso eran la única calefacción de muchos hogares.

Hace tiempo salió a la luz un estudio de la Universidad de Newcastle (Reino Unido) que aseguraba que las vacas nominadas daban al año 214 litros de leche más que las anónimas. Sus autores lo argumentaban incidiendo en la supuesta capacidad del rumiante de sentir el aprecio de su dueño al llamarlas por su nombre. Cuesta creerlo. Pero, de ser ciertas tales conclusiones, significaría que las granjas gallegas están dejando de producir más de 60 millones de litros anuales por una simple cuestión de cariño. Un castigo merecido por querer convertir a las Linda, Pinta y Blanca de toda la vida en un simple número.

De «Pantoja» a «Gaga» y «Beyoncé»

Los ganaderos están perdiendo la costumbre de poner nombres a sus vacas, pero no el ingenio para elegirlos. De hecho, sorprenden los criterios utilizados por algunos a la hora de bautizar a sus animales. Los hay que tiran por el deporte con reses apodadas Cristiana, Ronalda, Mouriña o Guardiola. Otros prefieren el mundo del espectáculo y gustan de tener en sus establos a Shakira, Gaga, Pantoja o Beyoncé, mientras que los más monárquicos apuestan por opciones más sobrias, como Letizia, Leonor, Sofía y por otras menos convencionales como Borbona o Corinna.

Otros directamente intentan ajustar el nombre a la procedencia del animal -Alemana, Suiza o Danesa son ejemplos-, a sus características físicas (Blanca, Negra, Tetuda, Cornuda) o incluso a su comportamiento en la granja, como en el caso de Pasmona, Tranquila o Comedora.

Hasta los sementales vacunos acostumbran a tener nombres curiosos del estilo Melendi, Ferrari Rojo o Gayoso.