Patrocinado porPatrocinado por

Los orígenes de Torres y Sáez

juan arjona

AGRICULTURA

Manuel Fernández y los hermanos Manuel y Ángel Torres fundaron el grupo coruñés que, 120 años después, mantiene su objeto social: la venta de productos siderúrgicos y ferretería

13 ene 2015 . Actualizado a las 12:46 h.

El grupo Torres y Sáez, integrado por tres empresas además de su matriz coruñesa, acaba de cumplir 120 años. Durante ese largo periplo, solo recorrido por un reducido puñado de sociedades gallegas, fue bautizado varias veces -adoptó la actual razón social en enero de 1926-, pero siempre se mantuvo fiel a su actividad principal. Actualmente, según consta en la web de la compañía, se dedica a la comercialización de productos siderúrgicos y de ferretería, tanto para la industria como para la agricultura. Más de un siglo atrás, la sociedad mercantil Fernández y Torres tenía por objeto principal «la compra y venta de hierros, aceros, y toda clase de ferretería».

El embrión, engendrado en 1894, se llamaba Fernández y Cerezo. Tenía dos progenitores: Roque Cerezo, práctico del puerto de Ferrol durante más de treinta años, y, sobre todo, Manuel Fernández López, uno de los empresarios coruñeses más activos en la frontera de los dos siglos. Socio fundador de la Cooperativa Eléctrica Coruñesa en 1902, y antes de la sociedad Electricidad y Molinería de Sada (1901), los intereses de Fernández excedían el ámbito del emergente sector eléctrico gallego. Participaba también en la Sociedad de Minería Vasco Gallega, que explotaba siete yacimientos en la región, y fue uno de los promotores del Teatro Circo coruñés a comienzos del siglo pasado.

El establecimiento de hierros de Fernández López, emplazado en la calle Sánchez de Bregua, conforma el principal activo de la sociedad Fernández y Torres que se constituye en 1897. La empresa, que se marca un período de actividad de cinco años, nace con un capital de 80.000 pesetas. Un joven empleado de Fernández, Manuel Torres García, entra en el accionariado con una aportación de 20.000 pesetas en metálico. Cada uno de los dos socios podrá retirar anualmente cinco mil pesetas para sus gastos particulares, «sin poder aumentar esta suma a menos que medie acuerdo expreso» de los copropietarios. Ganancias y pérdidas se distribuyen a partes iguales.

Desde ese momento, la familia Torres, procedente de la localidad riojana de Ortigosa de Cameros como tantos otros emprendedores que llegan a Galicia en los siglos XVIII y XIX, se convierte en la columna vertebral del negocio.

Manuel Torres muere joven, pero el testigo lo recoge su hermano Ángel. En 1902, transcurrido el lustro de vida previsto en los estatutos, Manuel Fernádez y Ángel Torres dan cuerda a una nueva sociedad, que mantiene la misma denominación e idéntico objeto social que su predecesora. La compañía experimenta una fuerte expansión en los primeros años del siglo pasado. Cuando fallece Manuel Fernández López en agosto de 1915, los activos de la sociedad superan los 1,2 millones de pesetas y los beneficios a repartir entre los socios sobrepasan las 143.000 pesetas, cifras muy relevantes en la época.