Los médicos dicen a los pacientes que no les conviene trabajar y estos no se sienten con fuerzas. El INSS les obliga, al no reconocerles la incapacidad
04 feb 2015 . Actualizado a las 18:51 h.La batalla contra el cáncer no se libra solo en las salas de radioterapia, en los sillones de los hospitales de día o en las consultas de oncología. Ni siquiera en los laboratorios de investigación. La lucha contra el cáncer también se libra en los despachos administrativos, en la burocracia del Estado. Lo ha vivido en carne propia Beatriz Figueroa, letrada viguesa que, hace casi dos años, salió a la calle bajo una pancarta que rezaba «El Sergas te cura el cáncer, el INSS te mata de hambre». Su protesta destapó una realidad silente: la de los pacientes desprotegidos. El médico les recomienda no trabajar, los inspectores le dicen que sí son aptos. Al final, no trabajan; pero tampoco reciben ayudas.
Hoy se celebra el día mundial contra esta enfermedad. El caso de Beatriz Figueroa llegó al Congreso. Recogió firmas en toda España a través de la plataforma Change.org. Es la segunda campaña que más apoyos ha concitado. En octubre presentó más de medio millón de firmas en el Parlamento, con una proposición para cambiar la ley para proteger a los pacientes oncológicos. El PP rechazó tomarla en consideración. Desde que se lanzó a esa aventura, no deja de recibir correos de gente de todo el país en una situación parecida.
En noviembre logró que le diesen la incapacidad permanente. Sobrevive con 550 euros al mes. La incapacidad permanente significa que el juez considera que no puede trabajar en lo que ya venía trabajando, responsable de recursos humanos, pero sí en otras cosas. «Hay días que no puedo levantarme de cama», advierte. Lleva cuatro intervenciones quirúrgicas. El INSS ha recurrido la sentencia. Pero la campaña ya ha recabado 521.000 firmas y Figueroa quiere relanzarla hoy con una manifestación en Vigo ante la Seguridad Social.
Tomará su relevo Raquel Castiñeira, marinera de Moaña de 49 años. «Non podo facer ben o meu traballo», resume. Ella y su marido se dedican, sobre todo, a la almeja. La suya es una labor muy física, impropia para una persona que ha padecido un cáncer de mama. Primero le dieron la incapacidad, pero después se la revocaron. Desde hace un año, está obligada a trabajar. «Teño o brazo inchado todo o día» explica. «E dinme que se non podo eu, que traballe o meu marido», asegura que le dice el inspector del Instituto Social de la Marina (ISM). Y vaya si lo hace. Las fuerzas que le faltan a ella las pone él. «Tanto a médica de cabeceira como a oncóloga din que colla outro traballo», explica. Pero al ISM no le llega.
La situación de José Cardalda es ligeramente distinta. Es autónomo. Tiene un gimnasio en Ribeira y en agosto le diagnosticaron un cáncer en la garganta. «Llevo 28 años trabajando y no he cogido bajas ni siquiera cuando me han operado». Pero el cáncer lo metió tres veces en el quirófano y a la segunda ya no pudo más. Cotizaba la base mínima, 850 euros, y con la baja le pagan el 75 %, que son 650. Pero sigue teniendo que pagar la cuota de autónomos, de 260 euros. De manera que vive con 400 euros. Además, ha tenido que contratar dos personas que lo sustituyan. Admite que la hipoteca, de 1.300 euros, la paga con ayuda de sus padres. «Lo normal sería que te diesen el 100 % de la base y que no pagases autónomos», se queja.
El periodista Nacho Mirás, redactor de La Voz, también batalla ahora por lograr la incapacidad absoluta. «Podría pasar a cobrar el 55 % de mi salario si no me la dan». Cuenta en su blog, www.rabudo.com, su pelea diaria con los trámites administrativos. Mirás ha convertido parte de ese blog en el libro El mejor peor momento de mi vida. Resume así la situación de los pacientes oncológicos: «Lo increíble es que cuando eres más vulnerable, más problemas te ponen».