«Combato la morriña comiendo empanada y bebiendo ribeiro»

j. c. sandoval REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

BENITO ORDOÑEZ

Para sentirse morriñento no hace falta irse muy lejos. Unos pocos centenares de kilómetros son suficientes para sembrar la melancolía por la tierra que se dejó atrás. Javier Gutiérrez, sólido actor ferrolano residente en Madrid, se arma con la taza de La Voz para contarnos sus trucos para paliar la morriña

02 feb 2015 . Actualizado a las 09:22 h.

A estas alturas, la suerte ya debe estar echada para Javier Gutiérrez: ¿ganará el Goya? Lo sabremos dentro de ocho días. Sin duda, su trabajo en La isla mínima está a la altura del galardón. Mientras tanto, el actor ferrolano sigue rodando y echando de menos su pueblo: «La morriña es para mí un estado de melancolía si no permanente, sí capaz de teñir el ánimo cuando uno lleva algún tiempo fuera de su tierra. Yo la vivo de forma intermitente, por épocas. Siempre dependiendo del tiempo que lleve sin ir a Galicia». Por lo tanto, Gutiérrez es un gallego fetén, un morriñento que, como tantos, se sacude la melancolía regresando a casa. Con todo, y según confiesa, ha encontrado también otros métodos para poner en fuga la morriña: «Yo la combato comiendo empanada y bebiendo ribeiro».

Desde Madrid, y con la taza que La Voz distribuirá este domingo por un euro más el cupón que publicará en el lomo, Javier Gutiérrez pone cara de morriñento y mira la lluvia que le acerca un poco más a los días que pasa en su tierra y que, como nos ocurre a todos, suelen ser siempre los más felices. Al menos esta vez le quedará la taza para tomarse un café o, por qué no, un ribeiro de esos que le hacen olvidar los seiscientos kilómetros que separan su casa de Madrid de su casa de Ferrol.

Y ¿cuando se siente más la morriña; al ir o al volver? «A mí, sobre todo me cuestan los regresos a Madrid. Especialmente al final del verano y de las vacaciones de navidad. Eso sí, siempre me ilusiono preparando el viaje de vuelta a Ferrol». Javier dice que, siempre que encuentra tiempo, regresa a su casa: «No todo el tiempo que me gustaría pero el suficiente para disfrutar al máximo». Cargar las pilas para que la morriña tarde más en manifestarse y lo haga con menos intensidad.

El actor gallego entiende que la sensación es universal, pero también que tiene entre los gallegos una especial incidencia: «Supongo que es así, porque los gallegos, tan propensos a la melancolía y la nostalgia, se vieron desgraciadamente obligados a emigrar en masa durante décadas. A eso podemos sumarle la belleza de nuestra tierra y el particular carácter de nuestra gente». Afortunadamente, a Javier no le falta ni ribeiro, ni empanada ni algo de tiempo para volver a casa. Con un poco de suerte, pronto tendrá un Goya. De momento, ya tiene la taza de La Voz.

 

La cuarta taza

La taza ilustrada por Pinto & Chinto que nos califica de morriñentos estará mañana a disposición de los lectores de La Voz al precio de un euro más el cupón que el periódico publicará en el lomo ese mismo día.