Nunca la oí quejarse

Pablo Alén

CULTURA

30 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Entré en El internado en el capítulo 8, cambiaba la comedia loca de Los hombres de Paco por una serie que era capaz de mezclar Perdidos con Harry Potter sin renunciar al calorcito familiar seña de identidad de la productora Globomedia? Y en medio de este explosivo cóctel, Amparo Baró, una de las grandes actrices de nuestro país, dando vida a Jacinta, la gobernanta del colegio. Sentado junto a mis compañeros guionistas frente a una pizarra blanca, intentábamos esbozar una trama en la que su personaje enseñaba a dos mocosas con coletas la importancia que tiene decir la verdad y afrontar las consecuencias de tus actos. Las niñas habían robado un huevo de la cocina con la esperanza de que de él naciera un pollito, con la mala suerte de que el huevo había ido a parar a la cabeza de Mateo, un profesor malvado capaz de secuestrar alumnos. Era el tipo de tramas que le dábamos, y a veces, al cruzármela por el plató, apartaba la mirada avergonzado o me hacía pasar por miembro de otro departamento, cualquier cosa antes que confesarle que yo era uno de esos que escribían esas escenitas que ella conseguía salvar una y otra vez con admirable oficio y un talento descomunal para lograr hacernos creer lo increíble. Así dicho puede sonar grandilocuente, pero es que en ese colegio había pasadizos, fantasmas y hasta nazis experimentando con niños. Aunque nunca la oí quejarse, estoy seguro que en más de una ocasión no le faltaron ganas de subir a la sala de guionistas y empezar a repartir collejas como en sus mejores tiempos de 7 vidas. Para mí, hubiera sido un honor.