El electricista falseó un contrato con la catedral para tener trabajo «vitalicio»

Xurxo Melchor
xurxo melchor SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Álvaro Ballesteros

El hijo del presunto ladrón del Códice se echó a llorar cuando la policía encontró grandes cantidades de dinero en el piso donde vivían sus padres

29 ene 2015 . Actualizado a las 02:11 h.

Cuando la policía registró el piso en el que el presunto ladrón del Códice Calixtino vivía con su esposa en O Milladoiro (Ames) no solo halló grandes sumas de dinero. También encontró ingentes cantidades de documentos oficiales de la catedral de Santiago y personales de algunos canónigos, en especial del que era deán, José María Díaz. Y entre todos aquellos papeles aparecieron unos contratos laborales en los que la basílica compostelana empleaba a Manuel Fernández Castiñeiras con carácter «vitalicio». Según los policías que ayer declararon en el juicio como testigos, esos contratos eran falsos y el electricista los habría efectuado para acreditar su relación laboral con el templo en el marco de la disputa que mantenía con la catedral tras haber sido despedido justo después de pretender dejar de trabajar como autónomo y entrar en plantilla.

Además de la letra y la tinta, a los policías que analizaron los contratos el lenguaje utilizado enseguida les dio la pista de que eran falsos. Lo más llamativo era el hecho de que la duración de la relación laboral no fuese «indefinida», como establece la ley, sino «vitalicia». Un lapsus de Fernández Castiñeiras que evidenciaba sus anhelos de ser contratado por la catedral. Él mismo había explicado el conflicto con todo detalle a la policía tan solo unos días después de la desaparición del Códice.

La que fue la número dos del operativo policial que investigó el robo del Calixtino, Martina González Antolín, relató ayer al tribunal cómo el 11 de julio del 2011 tomaron por primera vez declaración a Manuel Fernández Castiñeiras. Había pasado una semana desde el robo y la policía le había pedido al que era deán una lista con todas las personas que tenían o habían tenido acceso al archivo, el lugar en el que se guardaba el famoso libro.

 

 

Llaves con la etiqueta «Arch. Cat.»

 

En esa lista estaba Castiñeiras, por lo que le interrogaron y él mismo les explicó su malestar con la catedral porque habían prescindido de sus servicios tras veinte años trabajando como autónomo. También les contó que tenía un facsímil del Calixtino que, les dijo, le había regalado el deán, y aseguró que nunca había tenido llaves del archivo.

Aquella mentira fue lo que finalmente le delató. La agente de la Policía Nacional reveló como sus pesquisas se centraron ya casi exclusivamente en el electricista cuando el 12 de enero del 2012 hallaron muchas llaves en la capilla de Alba. Estaban entre material eléctrico de desecho y otros efectos de Castiñeiras y en unas de ellas había un cartel en el que se podía leer: «Arch. Cat.». Era evidente que Castiñeiras les había mentido y que sí tenía llaves del archivo, pero no volvieron a interrogarlo de forma directa para no alertarle. Según han relatado los agentes que han declarado en el juicio, la prioridad era hallar el Códice sano y salvo y tenían miedo de que el acusado pudiera destruirlo.

El testimonio que ayer ofreció la número dos del operativo policial que investigó el robo fue coincidente con el que el día anterior refirió el jefe de la Brigada de Patrimonio. Ratificó que, tras ser detenido, Manuel Fernández Castiñeiras confesó en la comisaría haber robado el Calixtino y también dinero de la caja fuerte del despacho del administrador de la catedral. También admitió haberse apropiado de documentación de la basílica y de los canónigos y tan solo no reconoció haber sustraído los diez facsímiles del Códice que tenía en su poder -cada uno vale 3.000 euros-. Aseguró que uno fue un regalo del deán y que los demás los había comprado en la tienda de la catedral, algo que su responsable ha negado en la vista oral.

La agente dio ayer también detalles sobre el registro que se efectuó en las propiedades de los acusados y explicó que cuando empezaron a aparecer grandes sumas de dinero en el piso de Castiñeiras en O Milladoiro, su hijo «se echó a llorar». No obstante, también coincidió con otros testimonios de policías en que nunca pensaron que la esposa y el hijo del presunto ladrón del Códice fuesen ajenos a las sustracciones de dinero. «Aquel nivel de vida no podía venir del trabajo», señaló. No en vano, la familia acumulaba 1,7 millones de euros en efectivo, dos pisos en Ames, una casa en Negreira y un apartamento en Sanxenxo.

el juicio del códice

Puertas abiertas o con deficiencias

 

Uno de los aspectos sobre los que está girando el juicio por el robo del Códice son las medidas de seguridad que había en el archivo de la catedral compostelana. Los policías que declararon hoy han coincidido con los testimonios anteriores en los que se explicó que solo estaba cerrada con llave la puerta que da acceso al archivo desde el claustro. Las otras puertas de las estancias, incluida la de la cámara acorazada en la que se guardaba el libro, tenían las llaves sin echar en horas de oficina. Además, hoy se ha conocido que la puerta del claustro también estaba defectuosa y que tenía una holgura que permitía abrirla «al resbalón» -una técnica de los ladrones- con una lámina dura, como una radiografía.

 

Uno de los testigos del hallazgo del Calixtino: «Si no es por el juez, el libro queda allí»

 

El tribunal de la sección compostelana de la Audiencia Provincial también escuchó ayer el testimonio de los dos testigos cuya presencia solicitó la Policía Nacional cuando efectuó el registro en el garaje en el que finalmente apareció el Códice Calixtino. El hombre fue más parco en palabras, pero la mujer habló con lujo de detalles de cómo fue el histórico hallazgo en el que ella participó por motivos legales.

«El Códice apareció dentro de una caja de cartón llena de cemento en polvo. Estaba dentro de unas bolsas de plástico, cuatro por lo menos, y envuelto en periódicos», recordó. La testigo señaló que el registro duró más de dos horas y que aparecieron unas bandejas de plata y otros facsímiles de la catedral y que no fue hasta casi el final cuando llegó el juez instructor, José Antonio Vázquez Taín.

El relato que ofreció la señora atribuye al magistrado el hallazgo del Códice, ya que en su opinión el Calixtino fue hallado «gracias al juez, si no es por él el libro queda allí», afirmó. La testigo del registro explicó que cuando Vázquez Taín se personó en el garaje, que estaba cerrado y se usaba como trastero, enseguida preguntó si habían mirado en la caja en cuestión. «¿Han mirado ahí?, preguntó, y una chica policía le dijo que había metido la mano y que solo había cemento. No, no, sáquenlo y miren bien, dijo él, y fue así cómo lo encontraron», añadió.

 

 

Sexta jornada

 

El juicio se ha suspendido hoy porque la abogada defensora tenía otra vista prioritaria, por lo que la sexta jornada se celebrará mañana. Para el principal acusado, Manuel Fernández Castiñeiras, el fiscal solicita un total de quince años de prisión y multa de 300.000 euros por cuatro delitos diferentes: robo con fuerza del libro, robo con fuerza del dinero de la catedral, blanqueo de capitales y delito contra la intimidad. A la mujer, Manuela Remedios Nieto, y al hijo, Jesús Fernández Nieto, se les acusa de blanqueo de capitales y el ministerio público pide para ambos un año y medio de cárcel y multa de 300.000 euros.

Además, los acusados deberán devolver a la catedral el dinero sustraído -los 1,7 millones de euros hallados en sus pisos ya han sido entregados a la Iglesia- y se exponen a que les embarguen el piso de O Milladoiro (Ames) en el que vivía el hijo y el apartamento que compraron en la playa de A Lanzada.