Hugo Chávez: La apoteosis de la política de los gestos

Miguel A. Murado

INTERNACIONAL

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Manuel Fernández Otero dice que el cliente no renuncia a la calidad. A cambio, compra en cantidades más pequeñas. sandra alonso < / span>

El nombramiento de Maduro podría evitar una batalla interna por la sucesión

04 ene 2013 . Actualizado a las 20:46 h.

En la política de los gestos, el gesto más solemne es el que se hace frente a la muerte. Al menos esto era así hasta que las sociedades modernas decidieron desalojarla de las conversaciones y del espacio público. Pero esa es una transición que no se ha completado del todo, así que los líderes políticos tienen que buscar un complicado equilibrio entre ocultar sus enfermedades graves y mantener informados a los ciudadanos. En el caso de Hugo Chávez, sin embargo, la enfermedad y la proximidad de la muerte son ya una parte de su personaje político.

Es un error creer que los líderes populistas son actores: son justamente los únicos que realmente creen en todo lo que dicen. Y Hugo Chávez no interpreta ningún papel cuando institucionaliza su enfermedad y la convierte en el hilo conductor de la política venezolana. Al decidir presentarse a las últimas presidenciales, y ganarlas, Hugo Chávez sabía que estaba atando el futuro de Venezuela al diagnóstico de su tumor. ¿Por qué se presentó, entonces? Es esa política de gestos llevada a sus últimas consecuencias: la del cuerpo del presidente como metáfora de la nación. Hugo Chávez, que contra lo que tanto se ha dicho, no es un dictador, sí ha incurrido aquí en un autoritarismo de la imagen.

El año pasado, cuando reconoció la gravedad de su estado, todavía podía el hombre político sobre el paciente. Ayer, la retórica era muy distinta. Ya no hubo una transfiguración del lenguaje de la convalecencia en el de la guerra («dar una batalla», «ganarle la guerra a la enfermedad») sino la resignación ante lo que parece inevitable. Aunque la puesta en escena fue la de una rueda de prensa, el simbolismo era equivalente al de ese subgénero de la pintura histórica del siglo XIX en el que se representaba a un monarca dictando testamento. En ese testamento para las cámaras, Chávez desveló finalmente el nombre de su sucesor: Nicolás Maduro.

Aunque maoísta en su juventud, Maduro pertenece al sector más moderado del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV). No es una sorpresa que Hugo Chávez lo designe. Su nombramiento como vicepresidente ya le había colocado entre los «tapados» para la sucesión. De joven, tocaba en un grupo rock que se llamaba Enigma, y tampoco es tanto lo que se sabe de él. Se ha resaltado su fidelidad a Hugo Chávez, y esta es claramente la razón principal para darle esta ventaja. Desde las monarquías antiguas está claro lo peligroso que es nombrar sucesor en vida. Con Maduro, Hugo Chávez puede irse confiado a Cuba sabedor de que no le entrará la impaciencia. Es una buena decisión, que se lo pone muy difícil a los barones del partido que ya empezaban a pelearse en la trastienda: Elías Jauna, Diosdado Cabello, Baduel? Sin una imposición de manos tan clara como la que ha hecho Chávez, la batalla dentro del PSUV hubiese sido inevitable. Habrá que ver si con esto se ha evitado.

Por otra parte, Nicolás Maduro tiene un perfil amable y se le considera un hombre honrado. Sus orígenes como humilde conductor de autobuses («el autobusero Nicolás», le llamaba Chávez en los mítines), e incluso un poco su físico, hacen pensar en Lula da Silva. Quizá esa sea la idea: desacelerar la revolución una vez que desaparezca el líder para buscar un mayor consenso en la sociedad venezolana. Los líderes carismáticos no creen en la política carismática, salvo cuando es la suya, y es posible que Hugo Chávez comprenda que ningún sucesor posible puede mantener su ritmo ni la adhesión que despierta su figura.

Hugo Chávez sabe que el bolivarianismo de Bolívar desapareció con su muerte y que el suyo podría no sobrevivirle mucho tampoco. El nombre de Maduro, incluso etimológicamente, sugiere que lo fundamental para Chávez ahora es garantizar la estabilidad de su legado.

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