El súper que pita dos veces

FIRMAS

J.M. CASAL

Cuando Mahoma no va a la montaña, esta va a Mahoma. Ese podría ser el lema de las furgonetas tienda que van perta a puerta y por el mismo precio

30 mar 2012 . Actualizado a las 05:55 h.

Son las diez y media de la mañana. El tiempo está cronometrado. En el supermercado A Torre, en la parroquia de Sarces, están acabando de cargar una furgoneta. Es la forma que tiene José Soto, Pepe, de transformarla en tienda. Naranjas, plátanos, kiwis, cebollas, yogures, chorizos, manzanilla, azafrán, galletas, donuts... y hasta limpiacristales. El surtido no es muy amplio, nada que ver con lo que podría haber en un gran hipermercado. De todas formas, es justo lo que busca la clientela. Además tiene el aroma de las cantinas de pueblo, esas en las que las cosas que no hay las traen por encargo. Porque hay confianza, tanta que incluso algún cliente le encarga el periódico.

El supermercado ambulante pita dos veces ante cada puerta. Lo hace para llenar las despensas cuatro días a la semana. Martes, miércoles, viernes y sábado. Combina jornada de mañana y de tarde, pero esta semana el viernes no irá porque hay pleno y este empresario, además de tendero on the road, es concejal.

La idea de ir por parroquias es pura estrategia empresarial. En un concello con un área rural en la que se combinan envejecmiento y diseminación poblacional, un servicio a domicilio es quizá la única fórmula que le queda a un pequeño bar-supermercado como el A Torre, en Laxe, de sobrevivir en un sector con cada vez más competencia. «Aguantaremos cando menos ata a xubilación», dice.

Por el momento es rentable, pese al alza del petróleo. «Aquí ¿pensas que viría alguén mercar?, entón hai que ir por aí», concluye justo antes de ponerse en marcha. Porque los clientes potenciales de su entorno inmediato no le llegarían para sobrevivir. Son solo un puñado de casas y el pueblo está a unos cuatro kilómetros.

Y cargada la furgoneta comienza la marcha. Avanza por pistas abiertas entre bosques de eucaliptos. Se mete por caminos estrechos rodeados de muros de piedra y aguarda a que los coches pasen cuando halla alguno de frente. Se ve que conoce el camino. Es tortuoso y largo en paradas.

Y para en Boaño, delante de una casa con dos habitantes.Son mayores, como la mayor parte de los clientes de este súper.

«Vén para ganar algo e tamén fai un servizo», explican en la primera parada. Porque además de detenerse justo ante la puerta, este personal shopper del sector de la alimentación lleva las bolsas a la casa. Además, como todos son habituales, ya les va recordando lo que podría hacerles falta. No vaya a ser que olviden algo.

-«Tes polo», le preguntan en una de las casas que hace parada esta mañana.

-Non, pero podo traelo nunha bandexa para outro día destes que pase por aí.

Y luego continúa el recorrido por la aldea. Casa aquí, casa allá. Enfrentándose a perros ladradores y dejando pedidos de aquellos que lo avisan de que no van a estar. También hay el que aprovecha para charlar un rato.

Después de Boaño se acerca ya hasta Módomo. Es la última aldea a la que irá, pero la ruta ahí le lleva una hora. En medio de una de las calles estrechas del pueblo encuentra otra furgoneta. No es un supermercado. Es una boutique ambulante. Parece que triunfa el modelo on the road. Incluso en la moda.