Corrupción, la lacra que devora la India

Siddharta Kumar NUEVA DELHI / DPA

INTERNACIONAL

Para abrir un negocio, por un carné de conducir o un título universitario se pagan sobornos

21 ago 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

La noche fue horrible para Vivek Pai. Un amigo había muerto en un accidente de tráfico y el joven ingeniero de Pune, en el oeste de la India, necesitaba un certificado para embalsamar el cadáver y poder llevarlo a Nueva Delhi. Pero no fue tan fácil.

«Tuve que pagar sobornos en el hospital para que alguien lo embalsamase. Pero no fue todo. Luego tuve que pagar a un empleado 400 rupias [casi 8 euros] por el certificado, para que los desesperados padres pudieran ver a su hijo por última vez», contó Pai. «Me avergüenzo de nuestro sistema tan corrupto».

Pushkar Sharma, un empresario de Bangalore, tuvo que acudir durante meses al registro civil porque un funcionario le pedía siempre nuevos documentos. Sharma se había negado antes a pagar el impuesto de 1.000 rupias por su certificado de matrimonio. Cuando nació su hijo, pagó la suma que le pedían por la partida de nacimiento para evitarse más problemas.

La «Licence Raj»

En la India se pagan sobornos para fundar una empresa, abrir un negocio, registrar una casa, por un carné de conducir, un pasaporte e incluso por el título universitario. El origen de la corruptela está en la llamada Licence Raj, un sistema de licencias, regulaciones y los consiguientes claroscuros en la burocracia. El aparato burocrático indio convivió bien con la Licence Raj hasta que esta fue abolida en el marco de las reformas económicas de 1991.

La tercera potencia económica de Asia ocupa hoy el puesto 87 de 178 Estados en el índice de corrupción de la organización Transparencia Internacional. Según un estudio de la compañía IndiaForensic, la corrupción ha costado en los últimos diez años unos 240.000 millones de euros en la India.

La corrupción impide a los más pobres beneficiarse del crecimiento económico. Cada indio pagó en el 2009 en promedio 2.000 rupias en sobornos, un 260 % más que hace diez años. Y los empresarios temen que eso espante la inversión extranjera.

La población empieza también a hartarse. Por primera vez en décadas la gente sale a las calles a protestar. El conocido activista Anna Hazare protagoniza una huelga de hambre en un parque público.

Escándalos como la fracasada organización de los Juegos de la Commonwealth y un caso de cohecho por 28.000 millones de euros en la concesión de licencias telefónicas han colmado el vaso y han impulsado una gran campaña anticorrupción.

Muchos indios están convencidos de que la perversión empieza arriba. El dinero sale de políticos y altos funcionarios y va a parar a los subordinados. Los partidos compran votos sabiendo que sus candidatos recuperarán los fondos cuando estén en el cargo. «Hay una relación directa entre corrupción y mal manejo del Estado. La corrupción ha minado la democracia», dice BS Batwa, de Transparencia Internacional en la India.

En la web Ipaidabribe.com (Yopagueunsoborno.com) se puede denunciar a funcionarios corruptos señalando dónde se tuvo que pagar y cuánto. El coordinador de la iniciativa, TR Raghundan, señala que la página se ha convertido en el foro más grande para víctimas de corrupción, con 13.000 casos.

Ahora parece llegar un momento decisivo con el enfrentamiento entre la población y los políticos. «No soy muy optimista. El movimiento podría volverse violento si el Gobierno no reacciona pronto», dice el sociólogo Shiv Vishvanathan.

Si se condena por corrupción a ministros poderosos, matiza Vishvanathan, podría servir como ejemplo. Lo más importante es que la gente empiece a negarse a pagar sobornos, agrega.

Rohit Singh, de Delhi, es uno de los que ya ha empezado a hacerlo. «Mis amigos y yo hemos jurado que no pagaremos más sobornos», dice. Hace poco debía pagar a un policía para evitar una multa de tráfico. «Exigí pagarla. El policía quedó un poco confundido y solo sonrió un poco turbado», contó.

Reportaje el país de Gandhi

La corrupción ha costado a la India 240.000 millones de euros en los últimos diez años