La ONU teme que los jefes de bandas que están libres se adueñen de las calles

Clarens Renois

INTERNACIONAL

Los saqueos se intensifican en Puerto Príncipe y los repartos de víveres siguen siendo insuficientes

28 ene 2010 . Actualizado a las 09:34 h.

Los pillajes se intensificaron ayer en Puerto Príncipe mientras la ONU se alarmaba por la amenaza que representan en las calles los jefes de pandillas evadidos de la cárcel, traficantes de niños y delincuentes de todo tipo. Las Naciones Unidas también llamó la atención sobre unas 63.000 mujeres embarazadas que corren el riesgo de no recibir atención médica adecuada para ellas y sus futuros hijos. Según la directora regional del Fondo de Población de Naciones Unidas, solo en febrero se espera que haya 7.000 partos en Puerto Príncipe, capital de un país que ya antes del seísmo tenía la tasa de mortalidad materna más alta de América: 630 madres por cada 100.000 nacidos vivos.

En las calles del centro los saqueos y la recuperación toman un aspecto sistemático. Los habitantes recorren las calles con carretillas en las que recuperan materiales, principalmente madera y metal que sacan de los edificios derrumbados. Cerca de ellos, comerciantes continúan cargando camiones con los productos recuperados en sus tiendas antes del paso anunciado de las excavadoras que limpiarán el terreno de edificios, estén derrumbados o no.

Ante el palacio presidencial en ruinas, miles de damnificados agobiados por el sol se quejan del hambre a pesar de los repartos de víveres gestionados por la comunidad internacional, a menudo entre empujones. «No voy a pelearme en la calle por un poquito de comida», indica Immacula Cadet, que alza los hombros cuando se le pregunta qué comió esta mañana o el día anterior. «Agua, un poco de zumo de frutas», dice.

Por toda la ciudad, paneles con indicaciones se dirigen a los socorristas en francés, inglés o español. «Necesitamos ayuda, comida, agua, medicamentos», puede leerse en los carteles que apuntan hacia improvisados campos de damnificados.

En Croix-des-Bouquets, a una treintena de kilómetros de la capital, el terreno previsto por las autoridades para instalar una mini ciudad de damnificados no tiene ni una sola tienda de campaña. El ministro de salud haitiano, Alex Larsen, indicó el lunes que las autoridades disponían de 400.000 tiendas familiares que podrían acoger cada una de ellas entre cinco y diez personas.

Ejecuciones sumarias

La seguridad de los damnificados preocupa a las Naciones Unidas. En Ginebra, la alta comisionada para los derechos humanos, Navi Pillay, expresó sus «temores de que prisioneros evadidos de las cárceles puedan abastecerse de armas y se libren a actividades criminales violentas». Pillay también expuso informaciones «alarmantes sobre ejecuciones sumarias [de presuntos criminales] a manos de muchedumbres encolerizadas».

«La situación actual en Haití es un entorno favorable para los traficantes, los que proveen de adopciones ilegales u otros que quieran aprovechar la situación [...] para sacar niños de Haití», advirtió por su parte Unicef.

A las críticas a Estados Unidos por enviar unos 20.000 soldados a la zona del desastre se sumó ayer el embajador de Chile en Haití, Marcel Young, quien rechazó la «agresividad» y «la demostración de fuerza excesiva» de las tropas estadounidenses en Haití.

Desde Ginebra, el ministro brasileño de Relaciones Exteriores, Celso Amorim, afirmó ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU que el mayor reto de la comunidad internacional es ayudar a reconstruir el país «preservando su soberanía